domingo, 23 de noviembre de 2008

La tormenta después del tormento
Por Félix Córdova Iturregui
Tomado de Claridad


El Partido Popular Democrático recibió la peor derrota de su historia en las pasadas elecciones. El resultado no debió sorprender a nadie. Era previsible. Fue la coronación de dos administraciones pésimas del llamado autonomismo. Acevedo Vilá acentuó el legado neoliberal de Sila Calderón y organizó el gobierno más antiobrero del Puerto Rico industrial moderno. La imagen de Aníbal se conservará en el álbum histórico en el interior de un triángulo lamentable. En una de las esquinas brillará Jorge Silva Puras, en otra estará Jorge Rodríguez, el hombre de los animalitos, y en la tercera lo acompañará Rafael Aragunde. ¿Cómo es posible ganar una carrera electoral cargando con el peso de esa artillería?

El tiempo dirá quiénes fueron los grandes perdedores en estas elecciones. La derrota, sin duda, salpicó inevitablemente al discurso sobre la soberanía. En el futuro no podremos evadir el estudio de la ceguera de aquéllos que pensaron que la soberanía podía combinarse con una política neoliberal. Por el camino de Puerto Rico Inc. no se puede conducir hacia ningún tipo de soberanía como no sea la que ya ejerce el gran capital multinacional sobre Puerto Rico. Por el contrario, se profundizará el coloniaje. ¿Por qué un sector de los independentistas quedó atrapado en los espejismos de esta ilusión?

La complejidad de este asunto requerirá un análisis detenido. Podría manifestar una tendencia, cada vez más acentuada, que ha intentado desvincular el discurso soberanista de un contexto neoliberal que lo niega, porque responde a sectores independentistas que se han desmoralizado o que se han acomodado en la estructura colonial. Existe una contradicción insalvable entre un discurso abstracto y jurídico sobre la libertad y una política de gobierno concreta de agresión neoliberal contra la mayoría asalariada. Una posición así se aleja radicalmente del pensamiento de Eugenio María de Hostos, quien exigía una correspondencia rigurosa entre la palabra y la acción.

En los análisis que he podido leer o escuchar por la radio, los nuevos defensores de la soberanía dejan fuera una fuerza social decisiva. Nada se dice de las trabajadoras y trabajadores asalariados de Puerto Rico. Son los ausentes del nuevo discurso. Se señala, sin embargo, el movimiento del país hacia la derecha. Si atendemos la política económica, no veo cómo puede decirse que hubo un desplazamiento de tal naturaleza. En su política económica el gobierno ya estaba en la derecha. Nadie puede negar que la nueva ley de incentivos industriales, hecha a escondidas, y aprobada sin debate alguno, respondió a un acuerdo de los dos partidos principales. La diferencia es que ahora habrá un gobierno que no tiene la necesidad electoral de utilizar un discurso soberanista.

Los que defienden el movimiento hacia la derecha tienen que contestarse preguntas difíciles. ¿Fue un gobierno de centro-izquierda el que desplegó un ataque, nunca antes visto, contra la UIA-AAA, quien se negó a negociar con los maestros, y atacó a la UTIER sin el más mínimo respeto a las leyes del Estado Libre Asociado? Sería trágico pensar que un verdadero movimiento soberanista intentó atropellar y destruir a estos sindicatos. ¿Cuál fue el resultado de la agresión? Poco antes de que Aníbal se tomara la amarga copa de la peor derrota histórica del PPD, la UTIER celebró la victoria de Ángel Figueroa Jaramillo en sus elecciones internas, la FMPR celebró la victoria del NO, propinándole un revés significativo al sindicalismo empresarial, y los grupos de renovación democrática han aumentado su capacidad organizativa en el interior de la UIA. Es decir, las víctimas de la agresión de Acevedo Vilá-Silva Puras están más vivas que sus trágicos verdugos.

Otro aspecto que requerirá consideración fue la catástrofe sufrida por el PIP. Se trata, sin duda de una gran cosecha de errores. Pero existe también otro aspecto del problema. En toda la historia electoral que he podido observar nunca había visto un ataque más virulento contra el PIP, desplegado diariamente en los medios de comunicación, por boca de independentistas. La cosa se torna más penosa si consideramos que este partido fue el único que se vinculó con las luchas sindicales más militantes, mantuvo una posición disonante con la política neoliberal, y tuvo un buen candidato a la gobernación. Tampoco fue una casualidad que en el campo sindical muchos de los nuevos soberanistas opuestos al PIP se aliaron con la política neoliberal del gobierno. ¿Ayuda al diálogo unitario decretar, con arrogancia, la muerte del PIP desde la radio o la cátedra? Es evidente que el terreno de las heridas es muy extenso.

Tampoco será fácil olvidar las expresiones definitivas de múltiples analistas declarando la derrota de la FMPR ante el reto de la Asociación de Maestros-SEIU. Julio Muriente no se distanció del ataque resentido de José Arsenio Torres, Inés Quiles despotricó contra la FMPR mientras santificaba a Aida Díaz, y Néstor Duprey cerró el capítulo relacionado con Feliciano y lo envió al archivo del olvido. La votación, con una participación masiva, favoreció al NO, a pesar de los millones invertidos en propaganda por el sindicalismo empresarial. El margen de la derrota de la SEIU fue parecido al de la debacle electoral del gobierno de Acevedo Vilá-Silva Puras. ¿Qué dijeron los analistas mencionados ante la humillante derrota? Absolutamente nada. Pretendieron cubrir de silencio un hecho tan revelador. ¿Así se camina hacia la soberanía?

Los golpes severos que han recibido estos sectores, uno detrás del otro, son resultado de análisis que se han distanciado de las contradicciones reales de nuestra sociedad. Hay un gusto peligroso por las apariencias y un regodeo fácil en la superficie. Varios analistas, sin cuestionar a fondo la política neoliberal, han proclamado el establecimiento definitivo de un sistema bipartidista. ¿Por qué hacer un juicio tan prematuro? ¿A qué molino específico se quiere llevar el agua? El surgimiento del partido de Rogelio Figueroa no fue un engendro del azar. Respondió a condiciones históricas que lejos de desaparecer es muy probable que se acentúen. Los últimos eventos electorales indican que los dos partidos de gobierno están en una profunda crisis. La ola azul, más que un voto positivo por un candidato flojo, fue una ola de rechazo al peor gobierno electo en el Puerto Rico moderno. Luis Fortuño es el regalo que nos han hecho dos administraciones pésimas del PPD.

Si algo ha hecho la política neoliberal ha sido destrozar la vida interna de los dos partidos que la han adoptado. Ambos distan mucho de ser organizaciones sólidas con una fuerte cohesión interna. Son gigantes electorales con una aguda crisis de convivencia interior. Todo indica que el nuevo gobierno traerá, con ritmo acentuado, más de lo mismo. La ceguera neoliberal del patio, en su versión azul, no parece enterarse de la monumental crisis del neoliberalismo a nivel global. Si bien la fórmula del discurso sobre la soberanía como aderezo del neoliberalismo fue un contrasentido siniestro, la fórmula estadidad con neoliberalismo probablemente llevará al coloniaje a su crisis más acabada y decisiva. Si Fortuño mira bien en los ojos del muñeco roto de Acevedo Vilá que le ha caído en la falda, podría observar allí el reflejo de su propia imagen.