La independencia es para los pobres
José A. Laguarta Ramírez, Junta Editora de Apuesta
Este ensayo es la versión abreviada de un escrito publicado en La Isla Imposible. Su contenido es responsabilidad exclusiva de su autor.
Hace exáctamente 40 años, el PIP tuvo que reinscribirse por tercera vez consecutiva. Cuatro años después, entonando la consigna de "¡Arriba los de abajo!", no sólo quedó inscrito, sino que duplicó los votos que obtuvo en 1968. Fue en respuesta directa a este crecimiento que Carlos Romero Barceló acuñó el eslogan, "La estadidad es para los pobres".
En aquellos tiempos, hacía sentido hablar así. En esa década se extendieron a Puerto Rico varios programas de asistencia federal. No en balde, en las elecciones de '76 el PNP obtuvo su primer triunfo electoral decisivo. Durante las tres décadas subsiguientes, el independentismo fue retirándose de las luchas sociales, experimentando un estancamiento, y luego una merma significativa.
El panorama político de hoy se parece mucho al del '68. Entonces, como ahora, en nuestra isla ganó en las urnas un gobierno de derechas, menos por sus propios méritos, que por los fracasos del anterior. Entonces, como ahora, el imperio quemaba sus cartuchos en una guerra inútil, y ganaba la presidencia un candidato que prometía ponerle fin.
No obstante, la crisis del sistema mundial que apenas se asoma hoy es mucho más profunda que las anteriores. Para el ELA, no quedan parchos. La devastación que enfrentan los trabajadores estadounidenses, mientras unos cuantos guisan, ha destruido el mito de la estadidad para los pobres. Es hora de entender que un imperio sobreextendido y en bancarrota es un peso muerto que sólo nos puede seguir hundiendo si no cortamos ya la soga.
¿Podrá el independentismo, al igual que en los '70, crecerse a la altura de los tiempos? La oportunidad está ahí, si no volvemos a abandonar la calle. Contra todo miedo o cinismo, hay que insistir que sólo con independencia – sin eufemismos ni apellidos – podemos construir una sociedad para todos y todas.
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José A. Laguarta Ramírez, Junta Editora de Apuesta
Este ensayo es la versión abreviada de un escrito publicado en La Isla Imposible. Su contenido es responsabilidad exclusiva de su autor.
Hace exáctamente 40 años, el PIP tuvo que reinscribirse por tercera vez consecutiva. Cuatro años después, entonando la consigna de "¡Arriba los de abajo!", no sólo quedó inscrito, sino que duplicó los votos que obtuvo en 1968. Fue en respuesta directa a este crecimiento que Carlos Romero Barceló acuñó el eslogan, "La estadidad es para los pobres".
En aquellos tiempos, hacía sentido hablar así. En esa década se extendieron a Puerto Rico varios programas de asistencia federal. No en balde, en las elecciones de '76 el PNP obtuvo su primer triunfo electoral decisivo. Durante las tres décadas subsiguientes, el independentismo fue retirándose de las luchas sociales, experimentando un estancamiento, y luego una merma significativa.
El panorama político de hoy se parece mucho al del '68. Entonces, como ahora, en nuestra isla ganó en las urnas un gobierno de derechas, menos por sus propios méritos, que por los fracasos del anterior. Entonces, como ahora, el imperio quemaba sus cartuchos en una guerra inútil, y ganaba la presidencia un candidato que prometía ponerle fin.
No obstante, la crisis del sistema mundial que apenas se asoma hoy es mucho más profunda que las anteriores. Para el ELA, no quedan parchos. La devastación que enfrentan los trabajadores estadounidenses, mientras unos cuantos guisan, ha destruido el mito de la estadidad para los pobres. Es hora de entender que un imperio sobreextendido y en bancarrota es un peso muerto que sólo nos puede seguir hundiendo si no cortamos ya la soga.
¿Podrá el independentismo, al igual que en los '70, crecerse a la altura de los tiempos? La oportunidad está ahí, si no volvemos a abandonar la calle. Contra todo miedo o cinismo, hay que insistir que sólo con independencia – sin eufemismos ni apellidos – podemos construir una sociedad para todos y todas.
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