Foto (Internet): Estudiantes "reflexionando".
Cinco minutos
José A. Laguarta Ramírez
Tomado de El Nuevo Día.
Es más o menos el tiempo que a cualquiera le puede tomar leer estas líneas. Pero no suficiente para reflexionar sobre su contenido.
Por el contrario, cinco minutos es justo el tiempo necesario para absorber afirmaciones cortas e ideas preestablecidas. No en balde, el secretario Carlos Chardón ha sugerido, con toda la tranquilidad del mundo, que se utilicen los primeros ocho mandamientos de la tradición judeo-cristiana como base para los cinco minutos de reflexión que deberán, una vez más, observar en el salón de clases todos los maestros y maestras del sistema de educación pública. Después de todo, el dogma religioso –fundamento inigualable de todo conformismo– es materia idónea para contemplar en un período de tiempo demasiado corto para examinar todas las contradicciones, problemas y disonancias que pudieran surgir de una reflexión más profunda.
Con más tiempo -digamos, el tiempo de un período de clase- cualquier agitador externo con una agenda personal que satisfacer podría aprovechar hasta los mandamientos para sembrar la inquietud, desasosiego y pensamientos negativos entre la juventud del país con preguntas impertinentes.
¿No es robo quitarle el trabajo a quien se gana el pan con el sudor de su frente, para no tocar a quien se lucra de ese sudor? Si debemos amar al prójimo, ¿por qué le negamos derechos a algunos prójimos, por amar a quien aman? Si es pecado matar, ¿peca más quien mata a uno o quien defiende un sistema que propicia a que se maten miles?
Por suerte, se han otorgado sólo cinco minutos. Tiempo suficiente para absorber afirmaciones cortas e ideas preestablecidas.
Menos mal que ya nadie se acuerda de aquélla que decía: “No se aprobará ley alguna relativa al establecimiento de cualquier religión ni se prohibirá el libre ejercicio del culto religioso. Habrá completa separación de la iglesia y el Estado”.
José A. Laguarta Ramírez es miembro de la Junta Editora de Apuesta.