"El palito de abollar ideologías" (Quino).
Carta abierta al oficial que me arrestó durante la huelga magisterial
Esta carta llegó recientemente al correo electrónico de Apuesta. El autor nos ha pedido guardar su anonimato por razones laborales.
¡Cómo te deben estar chillando los oídos en estos días, mi pana! Sí, porque cuando la gente habla de los “puercos” por ahí, no distinguen entre los que son Fuerza de Choque y los que no.
¡Qué tiempos aquellos! ¿Te acuerdas? En aquél entonces a ustedes sólo les tocaba garantizar la entrada de unos cuantos rompehuelga, no dañarle el “jangueo” a la juventud a macanazo limpio. Incluso parecía que hubiera una cierta complicidad secreta entre quienes nos teníamos que ver las caras día tras día, desde lados opuestos de las líneas de piquete, porque hasta ustedes reconocían que los reclamos de los maestros eran justos – aunque hubiéramos ahí cola'os dos o tres de lo que tu jefe de entonces llamaba “agitadores externos” (yo insisto en que éramos ciudadanos participando de forma legítima en un movimiento de pueblo).
Eso sí, ¡qué pantalones los tuyos, buscando que me cayeran seis meses por agresión agravada, todo porque te raspaste el dedo tratando de romperme el rotén en el coco (lo que por supuesto negaste en el tribunal)! ¡Qué show hiciste, alegando que tenías un “trauma” en el brazo! Me imagino que similares son las “heridas” de los que enviaron a macanear estudiantes la otra noche. ¡Y qué llantén el de ustedes! Todavía recuerdo la compa tuya repitiéndo cínicamente en el pasillo que si la jueza no me encontraban causa (no lo hizo) era porque “claro, aquí los policías no valemos nada.”
Pero ven acá, ¿nunca te has puesto a pensar para qué – o mejor dicho, para quiénes – es que además de arriesgar el pellejo bregando con criminales “de verdad” (digo, cuando no están haciendo cosas importantes, como impedir que un chamaco se de su cerveza en la calle), es que tienen que aguantar el sol y sereno, los insultos, las críticas constantes de los sabelotodos de la prensa? ¿Quiénes se benefician cuando ustedes le entran a palos y “pepper” a mujeres y niños en las comunidades pobres, a los estudiantes que defienden la educación pública, a otros trabajadores que luchan por condiciones decentes de trabajo?
Bueno. Si de casualidad algún día nos encontramos dándonos una fría en un chinchorro por ahí (digo, si no es que ese día a los tuyos los mandan pa'lla a imponer toque de queda a fuerza de gas lacrimógeno), lo seguimos hablando. Mientras tanto, si me ves en algún lugar donde te envíen a reprimir, no me saludes. Tú tienes tu función que cumplir, y yo, como ciudadano con conciencia, la mía.
Leer también:
Carta a la sociedad: tiempos de sublevación, Colectivo La Vorágine
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¡Qué tiempos aquellos! ¿Te acuerdas? En aquél entonces a ustedes sólo les tocaba garantizar la entrada de unos cuantos rompehuelga, no dañarle el “jangueo” a la juventud a macanazo limpio. Incluso parecía que hubiera una cierta complicidad secreta entre quienes nos teníamos que ver las caras día tras día, desde lados opuestos de las líneas de piquete, porque hasta ustedes reconocían que los reclamos de los maestros eran justos – aunque hubiéramos ahí cola'os dos o tres de lo que tu jefe de entonces llamaba “agitadores externos” (yo insisto en que éramos ciudadanos participando de forma legítima en un movimiento de pueblo).
Eso sí, ¡qué pantalones los tuyos, buscando que me cayeran seis meses por agresión agravada, todo porque te raspaste el dedo tratando de romperme el rotén en el coco (lo que por supuesto negaste en el tribunal)! ¡Qué show hiciste, alegando que tenías un “trauma” en el brazo! Me imagino que similares son las “heridas” de los que enviaron a macanear estudiantes la otra noche. ¡Y qué llantén el de ustedes! Todavía recuerdo la compa tuya repitiéndo cínicamente en el pasillo que si la jueza no me encontraban causa (no lo hizo) era porque “claro, aquí los policías no valemos nada.”
Pero ven acá, ¿nunca te has puesto a pensar para qué – o mejor dicho, para quiénes – es que además de arriesgar el pellejo bregando con criminales “de verdad” (digo, cuando no están haciendo cosas importantes, como impedir que un chamaco se de su cerveza en la calle), es que tienen que aguantar el sol y sereno, los insultos, las críticas constantes de los sabelotodos de la prensa? ¿Quiénes se benefician cuando ustedes le entran a palos y “pepper” a mujeres y niños en las comunidades pobres, a los estudiantes que defienden la educación pública, a otros trabajadores que luchan por condiciones decentes de trabajo?
Bueno. Si de casualidad algún día nos encontramos dándonos una fría en un chinchorro por ahí (digo, si no es que ese día a los tuyos los mandan pa'lla a imponer toque de queda a fuerza de gas lacrimógeno), lo seguimos hablando. Mientras tanto, si me ves en algún lugar donde te envíen a reprimir, no me saludes. Tú tienes tu función que cumplir, y yo, como ciudadano con conciencia, la mía.
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