miércoles, 5 de agosto de 2009


Foto: Indymedia

La historia se sigue repitiendo...


Los párrafos siguientes son un extracto de un artículo originalmente publicado, hace poco más de dos años, en Claridad (Año XLVII, Núm. 2823, 29 al 4 de marzo de 2007, p. 37). Aunque ya no está disponible en la página cibernética de dicho periódico, el texto completo puede accesarse en Indymedia. Lo reproducimos aquí por la pertinencia que pudiera tener a los sucesos actuales en Villas del Sol, comunidad en pie de lucha. Como los sucesos se dieron bajo el gobierno anterior, esperamos también atenuar un poco el mal de la memoria corta colonial, que aflige a quienes rutinariamente recuerdan sólo los abusos de poder de los "azules".

De "Campanillas, la crisis y el gobierno esnú"
Por José A. Laguarta Ramírez

Lee el texto completo aquí.

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La situación que enfrenta Campanillas, como otras comunidades pobres, sin embargo, no fue creada (aunque sí fue agravada) por el gobierno actual. La propia comunidad de Campanillas surge del rescate conocido como Villa del Sol, que se llevó a cabo a principios de la década de 1990, durante el primer cuatrenio de Pedro Rosselló y a raíz de la crisis de vivienda propiciada en parte por las políticas neoliberales de ese gobierno y el anterior de Rafael Hernández Colón. En el 2000, la administración de Sila Calderón le ofreció a la comunidad las casas en el sector en el que hoy habitan, a cambio de abandonar el terreno rescatado. Siete años después, los residentes de Campanillas hoy le “deben” casi tres veces el valor de las casas en intereses hipotecarios a bancos privados.

Lo que ocurrió el 5 de marzo es efecto inmediato de la profunda crisis estructural que, en contraste con el armonioso cuadro pintado esa misma tarde por el gobernador en su mensaje de situación, atraviesa Puerto Rico al menos desde la década de 1970. Como Campanillas existen cientos de comunidades a través de toda la Isla Grande, Vieques y Culebra, que enfrentan condiciones similares. Cada cierto tiempo estas comunidades buscan soluciones colectivas a sus problemas comunes, como fueron los rescates de terreno de los años ’70, ’80 y ‘90, pero la combinación de mano dura con promesas de ayuda (nunca del todo cumplidas) por los gobiernos de turno restablecen la rutina de la supervivencia individual.

Eventos como el cierre del gobierno de mayo del 2006 parecen indicar, sin embargo, que no quedan curitas para una herida que se infecta cada vez más. Ante la magnitud de la crisis, la respuesta de este gobierno ha sido imponerle la carga contributiva cada vez más a los pobres y trabajadores en vez de a los grandes intereses económicos, zafándose también de su propia responsabilidad al entregarle poco a poco los servicios públicos del país a estos últimos. Esta ofensiva del gobierno/patrono afecta a todos los sectores del pueblo trabajador por igual (aunque de maneras distintas). Sin embargo, la agresividad contra los más débiles, desplegada abiertamente en Campanillas, delata su desesperación.

Si algo nos enseña Campanillas, es que el gobierno depende del trabajo de los empleados de energía eléctrica, por ejemplo, para cometer sus atropellos en las comunidades pobres, de la misma forma que depende del silencio de estas para arremeter contra los trabajadores de la UTIER. Ante una alianza sólida y combativa entre comunidades organizadas, sindicatos y estudiantes que reivindicara los bienes públicos y a la vez exigiera su democratización, quedaría revelada la verdadera fragilidad del sistema.

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José A. Laguarta Ramírez es miembro de la Junta Editora de Apuesta.