Entrevista a James Petras
Efraín Chury Iribarne, Radio Centenario (Uruguay)
Tomada de Rebelión.
Chury: Estamos recibiendo el contacto telefónico con James Petras allí en Estados Unidos, como estas...
Petras: Muy bien, aquí estoy trabajando sobre las elecciones en Venezuela, preparando un informe para esta entrevista
Chury: Es muy bueno que me lo digas porque precisamente te iba a preguntar que trabajo estabas preparando ahora, adelántanos algo de ese trabajo...
Petras: Primero quiero decir que discrepo completamente sobre los comentaristas (uruguayos) supuestamente progresistas que han dado mucho peso a algunas “victorias” de la oposición, en las elecciones realizadas en Venezuela.
Yo creo que es una victoria impresionante que los socialistas pro-Chávez ganaran casi el 80% de los gobernadores en el país contra toda la propaganda de toda la prensa burguesa en Estados Unidos y Europa, incluso en Asia y América Latina.
Segundo, ganaron contra la propaganda de la gran mayoría de los medios de comunicación en Venezuela, la gran prensa que es el 95% estuvo contra el gobierno y sus encuestadores fracasaran en los esfuerzos de limitar los éxitos del chavismo.
Tercer punto, es que debemos reconocer que el pueblo votó con un alto nivel de asistencia, la participación electoral fue casi dos tercios del electorado, eso no es una victoria de una minoría, es una participación mayor en un 10% de lo que participó en Estados Unidos.
Cuarto punto, la oposición ganó solo en cinco de los 22 lugares de competencia. Ahora bien, los críticos dicen que el chavismo perdió en dos estados importantes, Miranda y Zulia y la alcaldía de Caracas, no hay dudas que por lo menos en Miranda y Caracas es una pérdida importante, pero yo creo que atrás de eso no hay una derrota del chavismo ni de Chávez es que el gobernador en Miranda no era un candidato popular era un gobierno malo, corrupto derechista, Diosdado Cabello el gobernador ya hace tiempo que ha perdido el apoyo de su propia base por la mala política que han hecho allá. Y en Caracas yo creo que el candidato gobernatal perdió porque no hizo su trabajo, no cuidaban las calles, la basura, la inseguridad, etcétera. Entonces yo creo que las derrotas en estos dos lugares no es culpa del PSUV como partido y mucho menos de Chávez, es un castigo a políticos que seguían la línea más reformista, más incompetente.
Ahora uno puede analizar incluso en estos estados más a fondo la extracción social, las ocupaciones de los que votaron por la oposición que podríamos decir
Que la mayoría de los trabajadores votaran PSUV porque el chavismo consigue incluso en Zulia un 45% del voto y algo similar en Miranda que perdían por mucho por culpa de este Cabello y su mala política .También perdían en Nueva Esparta que es un lugar turístico donde la población está muy vinculada con los servicios de los ricos y los turistas. Siempre los lugares turísticos con esta característica de mano de obra perjudica a cualquier candidato de la liberación nacional, del cambio. Incluso en Nueva Esparta los socialistas consiguieron 42% del voto. Hay que analizar porque incluso en los 5 lugares donde perdían los chavistas, si bien son estados populosos hay diversidad de clase, hay pequeña burguesía, hay sectores lumpenes, hay sectores poco politizados. Yo creo que la clase obrera en estos estados, en estas gobernaciones, en mayoría votaron por los chavistas pero fueron menos que la pequeña burguesía y sectores menos politizados, y por eso la derrota.
Yo creo que en ese sentido es bueno que algunos alcaldes y gobernadores del chavismo estén castigados y hayan perdido las elecciones. Eso va abrir la posibilidad de que sean reemplazados dentro del chavismo por gente más comprometida, más militante y con capacidad de gobernar con mayor capacidad. En todo caso yo creo que un partido que gobierna por 10 años, que siga ganando 70, 80% de las gobernaciones es un gran éxito.Normalmente en esta situación lo que tenemos es un desgaste por varias razones, que se acomodan, algún factor de corrupción, de distancia del pueblo, etcétera. Por creo que en este caso el desgaste es mínimo.En todo caso vas a ver en Brecha, La Jornada y todos los demás publicaciones “progresistas” comentarios sobre “el avance” de la derecha. Pero yo quiero marcar la matemática del asunto que es que los socialdemócrata, los disidentes que salieron del chavismo, el partido Podemos perdió, lo chavistas ganaron varios lugares donde ellos tenían su fuerza.
Chury: Te quería preguntar algo, uno tiene la sensación por lo menos en la lectura que nosotros hacíamos aquí que en realidad Chávez ha tenido una victoria en su país, porque también la opción de crear un partido socialista único en definitiva, el desgaste que produce el ejercicio de cualquier gobierno y terminar en la forma que terminaron estas elecciones, le da al chavismo una fuerza realmente positiva, es la sensación que uno tiene...
Petras: Sí, yo estoy de acuerdo con lo que dices pero tirando una mirada por distintos medios, por ejemplo hoy en La Jornada, incluso, el primer artículo en el sitio web Rebelión que viene de España pone más énfasis sobre la victoria de la derecha en tres lugares, en Zulia, el alcalde de Caracas y también en Miranda que es un Estado con alguna industria importante. Entonces si uno revisa la prensa “progresista” el énfasis está puesto sobre lo que perdió el chavismo y no lo que ganaran y avanzaran o mantenían. Quiero decirte una cosa, la oposición perdió Guárico, Sucre, Arragua . Los “progres” no marcan los Estados que la derecha tenía en sus manos y los perdió.Es importante criticar no solo las interpretaciones de la prensa burguesa, que también enfatiza las pérdidas como el New York Times, la BBC, etcétera. Por eso si bien debemos analizar críticamente el proceso siempre debemos hacerlo tomando en cuenta los hechos :que son que el chavismo ha consolidado su apoyo y está en una posición de avanzar en el proceso de transformación frente la quiebra del capitalismo. Hay que ver si los que ganaron las elecciones van a presionar y avanzar sobre la nacionalizaciones de empresas que van a estar muy problemáticas por la crisis. Yo creo que el sector privado en Venezuela es muy vulnerable porque no hicieron ninguna inversión para mejorar su competencia y van a la quiebra ..El problema es si el presidente Chávez va aprovechar de estas victorias para nacionalizarlos en vez de inyectar capitales, subvenciones para que se queden viables o por los menos sobreviven en manos capitalistas.
Hay dos caminos frente a la quiebra, uno es la política de Obama, Bush, Wall Street de inyectar capital como hicieron ayer, 100 mil millones de dólares para salvar al Citibank, fíjate un banco que ha ganado miles de millones ahora está en quiebra, completamente en quiebra, recibe 100 mil millones del Tesoro norteamericano (el Ministerio de Economía de USA).Esta es la solución reaccionaria frente a la quiebra y la otra, es avanzar nacionalizando las empresas capitalistas, los bancos en quiebra, que es lo que debería hacer Chávez. Hay dos opciones, no hay otra.
Chury: Hubo una reunión en Perú que no tuvo demasiada prensa en la que estuvo Bush, en la que estuvieron los presidentes, dicen que hubo fotos entre la Bachelet y Bush y Alan García, ¿se divulgó mucho eso ahí en los Estados Unidos por ejemplo?...
Petras: Apareció el caradura de Bush diciendo que el libre mercado sigue siendo la única opción como un disco roto pasando por arriba todo lo que han pasado en los ultimos meses. No tiene otro discurso más que repetir lo que han fracasado evidentemente para todo el mundo.Es algo que da risa porque mientras el Estado inyectaba el mismo día 100 mil millones para salvar al protagonista del libre mercado Citibank, él en Lima hablaba del libre mercado como el único camino. Es absurdo, es surrealista, es algo por lo menos raro que alguien inyecte dinero del Estado asuma todas las deudas basura del sector privado y al mismo tiempo siga repitiendo como loro su apoyo Al “libre mercado”. Nadie lo toma en serio ya pero nadie en Lima tampoco denuncia a Bush. Es un discurso poco serio, tolerado por sus cipayos en el sur, en el Asia pero en la práctica no tiene ningún impacto ni en los países asiáticos ni en América Latina.Solo es una afirmación de una política fracasada. Yo no veo ninguna nueva iniciativa de esta asociación de países.Cada cual busca su propia solución.Cada cual está aumentando la intervención del Estado.Cada cual reconoce el fracaso de importantes sectores capitalistas.Todos reconocen que el mercado ha causado los problemas y Bush busca una forma de compensar con un nuevo estatismo capitalista
Chury: Como se perfila el gobierno de Obama, ¿realmente con cambios profundos o simplemente un cambio de habitante de la Casa Blanca?
Petras: Yo creo que han elegido la politiquería del pasado, no hay ninguna cara nueva, nombró como Ministro de Hacienda que es la posición más clave en la política económica un funcionario del banco central de Nueva York que es una figura involucrada en los salvatajes de los bancos.Si no era representante directo de Wall Strett funcionaba muy íntimamente con ellos; como Secretario de Estado, está a punto de nombrar a Hilary Clinton que no tiene ningún conocimiento práctico de las relaciones diplomáticas y su trayectoria “derechista”, siempre votaba por la guerra en Irak, por las medidas opresivas incluso en unos discursos este verano dijo que para ella Iran representaba una amenaza, que ell esta dispuesto a combatir al país y destruirlo. Esas son las personas ocupando puestos importantes en la política externa, la política económica .. Importante también, Obama ha nombrado a un sionista de trayectoria derechista como jefe del gabinete y sigue la lista de derechistas. La persona que será procurador del Estado es una persona asociada con el régimen de Clinton que jugó un papel como abogado de “chiquita banana” defendiendo la empresa que contrató paramilitares para matar sindicalistas: el nuevo procurador es un defensor de empresas utilizando paramilitares en Colombia.
No hay ningún nuevo político, ningún nuevo funcionario que refleje el mínimo reformismo, el mínimo respecto a los derechos civiles y las libertades políticas.Cada vez que Obama nombra un oficial refleja el contenido pro-imperialista y represivo reaccionario en su régimen. No hay ninguna duda que Obama va a inyectar más dinero en la economía para tratar de salvar las empresas en situación de quiebra. Las principales industrias manufactureras están en quiebra, la industria automóvil, , tienen para 3 ó 4 meses de financiamiento y ya se van a la bancarrota según sus propios voceros. Segundo los principales bancos como Citibank, uno de los más grandes del mundo están en quiebra, sus acciones cayeron 70% en tres semanas y más, si vas a todos los otros sectores informáticos, etcétera están en quiebra y las inyecciones de dinero que promete Obama no vana tener ningún impacto, solo son medidas que podrían dar un pequeño repunte coyuntural pero no tienen ningún proyecto para cambiar la estructura fracasada.
Eso es todo, yo no veo ninguna iniciativa por la paz ni para resolver el problema israelita en relación con los palestinos; no veo ninguna postura de abrir un diálogo con Chávez, con Irán, con Afganistán.. Más guerras es lo que tenemos sobre la agenda, en un momento en que el capitalismo norteamericano está en colapso, Europa está en recesión tanto como Japón, ese es el contexto, Entonces hay un futuro muy negativo sobre las posturas de Obama.
Insisto, vamos a tener muchas noticias sobre las elecciones en Venezuela y muchas interpretaciones, pero siempre tenemos que recordar que el chavismo ganó con el 58% del voto popular, casi el 75% de los gobernadores de Estado. Quiero recordar a la gente lo que es la situación real: hay un avance del socialismo.
martes, 25 de noviembre de 2008
domingo, 23 de noviembre de 2008
La tormenta después del tormento
Por Félix Córdova Iturregui
Tomado de Claridad
El Partido Popular Democrático recibió la peor derrota de su historia en las pasadas elecciones. El resultado no debió sorprender a nadie. Era previsible. Fue la coronación de dos administraciones pésimas del llamado autonomismo. Acevedo Vilá acentuó el legado neoliberal de Sila Calderón y organizó el gobierno más antiobrero del Puerto Rico industrial moderno. La imagen de Aníbal se conservará en el álbum histórico en el interior de un triángulo lamentable. En una de las esquinas brillará Jorge Silva Puras, en otra estará Jorge Rodríguez, el hombre de los animalitos, y en la tercera lo acompañará Rafael Aragunde. ¿Cómo es posible ganar una carrera electoral cargando con el peso de esa artillería?
El tiempo dirá quiénes fueron los grandes perdedores en estas elecciones. La derrota, sin duda, salpicó inevitablemente al discurso sobre la soberanía. En el futuro no podremos evadir el estudio de la ceguera de aquéllos que pensaron que la soberanía podía combinarse con una política neoliberal. Por el camino de Puerto Rico Inc. no se puede conducir hacia ningún tipo de soberanía como no sea la que ya ejerce el gran capital multinacional sobre Puerto Rico. Por el contrario, se profundizará el coloniaje. ¿Por qué un sector de los independentistas quedó atrapado en los espejismos de esta ilusión?
La complejidad de este asunto requerirá un análisis detenido. Podría manifestar una tendencia, cada vez más acentuada, que ha intentado desvincular el discurso soberanista de un contexto neoliberal que lo niega, porque responde a sectores independentistas que se han desmoralizado o que se han acomodado en la estructura colonial. Existe una contradicción insalvable entre un discurso abstracto y jurídico sobre la libertad y una política de gobierno concreta de agresión neoliberal contra la mayoría asalariada. Una posición así se aleja radicalmente del pensamiento de Eugenio María de Hostos, quien exigía una correspondencia rigurosa entre la palabra y la acción.
En los análisis que he podido leer o escuchar por la radio, los nuevos defensores de la soberanía dejan fuera una fuerza social decisiva. Nada se dice de las trabajadoras y trabajadores asalariados de Puerto Rico. Son los ausentes del nuevo discurso. Se señala, sin embargo, el movimiento del país hacia la derecha. Si atendemos la política económica, no veo cómo puede decirse que hubo un desplazamiento de tal naturaleza. En su política económica el gobierno ya estaba en la derecha. Nadie puede negar que la nueva ley de incentivos industriales, hecha a escondidas, y aprobada sin debate alguno, respondió a un acuerdo de los dos partidos principales. La diferencia es que ahora habrá un gobierno que no tiene la necesidad electoral de utilizar un discurso soberanista.
Los que defienden el movimiento hacia la derecha tienen que contestarse preguntas difíciles. ¿Fue un gobierno de centro-izquierda el que desplegó un ataque, nunca antes visto, contra la UIA-AAA, quien se negó a negociar con los maestros, y atacó a la UTIER sin el más mínimo respeto a las leyes del Estado Libre Asociado? Sería trágico pensar que un verdadero movimiento soberanista intentó atropellar y destruir a estos sindicatos. ¿Cuál fue el resultado de la agresión? Poco antes de que Aníbal se tomara la amarga copa de la peor derrota histórica del PPD, la UTIER celebró la victoria de Ángel Figueroa Jaramillo en sus elecciones internas, la FMPR celebró la victoria del NO, propinándole un revés significativo al sindicalismo empresarial, y los grupos de renovación democrática han aumentado su capacidad organizativa en el interior de la UIA. Es decir, las víctimas de la agresión de Acevedo Vilá-Silva Puras están más vivas que sus trágicos verdugos.
Otro aspecto que requerirá consideración fue la catástrofe sufrida por el PIP. Se trata, sin duda de una gran cosecha de errores. Pero existe también otro aspecto del problema. En toda la historia electoral que he podido observar nunca había visto un ataque más virulento contra el PIP, desplegado diariamente en los medios de comunicación, por boca de independentistas. La cosa se torna más penosa si consideramos que este partido fue el único que se vinculó con las luchas sindicales más militantes, mantuvo una posición disonante con la política neoliberal, y tuvo un buen candidato a la gobernación. Tampoco fue una casualidad que en el campo sindical muchos de los nuevos soberanistas opuestos al PIP se aliaron con la política neoliberal del gobierno. ¿Ayuda al diálogo unitario decretar, con arrogancia, la muerte del PIP desde la radio o la cátedra? Es evidente que el terreno de las heridas es muy extenso.
Tampoco será fácil olvidar las expresiones definitivas de múltiples analistas declarando la derrota de la FMPR ante el reto de la Asociación de Maestros-SEIU. Julio Muriente no se distanció del ataque resentido de José Arsenio Torres, Inés Quiles despotricó contra la FMPR mientras santificaba a Aida Díaz, y Néstor Duprey cerró el capítulo relacionado con Feliciano y lo envió al archivo del olvido. La votación, con una participación masiva, favoreció al NO, a pesar de los millones invertidos en propaganda por el sindicalismo empresarial. El margen de la derrota de la SEIU fue parecido al de la debacle electoral del gobierno de Acevedo Vilá-Silva Puras. ¿Qué dijeron los analistas mencionados ante la humillante derrota? Absolutamente nada. Pretendieron cubrir de silencio un hecho tan revelador. ¿Así se camina hacia la soberanía?
Los golpes severos que han recibido estos sectores, uno detrás del otro, son resultado de análisis que se han distanciado de las contradicciones reales de nuestra sociedad. Hay un gusto peligroso por las apariencias y un regodeo fácil en la superficie. Varios analistas, sin cuestionar a fondo la política neoliberal, han proclamado el establecimiento definitivo de un sistema bipartidista. ¿Por qué hacer un juicio tan prematuro? ¿A qué molino específico se quiere llevar el agua? El surgimiento del partido de Rogelio Figueroa no fue un engendro del azar. Respondió a condiciones históricas que lejos de desaparecer es muy probable que se acentúen. Los últimos eventos electorales indican que los dos partidos de gobierno están en una profunda crisis. La ola azul, más que un voto positivo por un candidato flojo, fue una ola de rechazo al peor gobierno electo en el Puerto Rico moderno. Luis Fortuño es el regalo que nos han hecho dos administraciones pésimas del PPD.
Si algo ha hecho la política neoliberal ha sido destrozar la vida interna de los dos partidos que la han adoptado. Ambos distan mucho de ser organizaciones sólidas con una fuerte cohesión interna. Son gigantes electorales con una aguda crisis de convivencia interior. Todo indica que el nuevo gobierno traerá, con ritmo acentuado, más de lo mismo. La ceguera neoliberal del patio, en su versión azul, no parece enterarse de la monumental crisis del neoliberalismo a nivel global. Si bien la fórmula del discurso sobre la soberanía como aderezo del neoliberalismo fue un contrasentido siniestro, la fórmula estadidad con neoliberalismo probablemente llevará al coloniaje a su crisis más acabada y decisiva. Si Fortuño mira bien en los ojos del muñeco roto de Acevedo Vilá que le ha caído en la falda, podría observar allí el reflejo de su propia imagen.
Por Félix Córdova Iturregui
Tomado de Claridad
El Partido Popular Democrático recibió la peor derrota de su historia en las pasadas elecciones. El resultado no debió sorprender a nadie. Era previsible. Fue la coronación de dos administraciones pésimas del llamado autonomismo. Acevedo Vilá acentuó el legado neoliberal de Sila Calderón y organizó el gobierno más antiobrero del Puerto Rico industrial moderno. La imagen de Aníbal se conservará en el álbum histórico en el interior de un triángulo lamentable. En una de las esquinas brillará Jorge Silva Puras, en otra estará Jorge Rodríguez, el hombre de los animalitos, y en la tercera lo acompañará Rafael Aragunde. ¿Cómo es posible ganar una carrera electoral cargando con el peso de esa artillería?
El tiempo dirá quiénes fueron los grandes perdedores en estas elecciones. La derrota, sin duda, salpicó inevitablemente al discurso sobre la soberanía. En el futuro no podremos evadir el estudio de la ceguera de aquéllos que pensaron que la soberanía podía combinarse con una política neoliberal. Por el camino de Puerto Rico Inc. no se puede conducir hacia ningún tipo de soberanía como no sea la que ya ejerce el gran capital multinacional sobre Puerto Rico. Por el contrario, se profundizará el coloniaje. ¿Por qué un sector de los independentistas quedó atrapado en los espejismos de esta ilusión?
La complejidad de este asunto requerirá un análisis detenido. Podría manifestar una tendencia, cada vez más acentuada, que ha intentado desvincular el discurso soberanista de un contexto neoliberal que lo niega, porque responde a sectores independentistas que se han desmoralizado o que se han acomodado en la estructura colonial. Existe una contradicción insalvable entre un discurso abstracto y jurídico sobre la libertad y una política de gobierno concreta de agresión neoliberal contra la mayoría asalariada. Una posición así se aleja radicalmente del pensamiento de Eugenio María de Hostos, quien exigía una correspondencia rigurosa entre la palabra y la acción.
En los análisis que he podido leer o escuchar por la radio, los nuevos defensores de la soberanía dejan fuera una fuerza social decisiva. Nada se dice de las trabajadoras y trabajadores asalariados de Puerto Rico. Son los ausentes del nuevo discurso. Se señala, sin embargo, el movimiento del país hacia la derecha. Si atendemos la política económica, no veo cómo puede decirse que hubo un desplazamiento de tal naturaleza. En su política económica el gobierno ya estaba en la derecha. Nadie puede negar que la nueva ley de incentivos industriales, hecha a escondidas, y aprobada sin debate alguno, respondió a un acuerdo de los dos partidos principales. La diferencia es que ahora habrá un gobierno que no tiene la necesidad electoral de utilizar un discurso soberanista.
Los que defienden el movimiento hacia la derecha tienen que contestarse preguntas difíciles. ¿Fue un gobierno de centro-izquierda el que desplegó un ataque, nunca antes visto, contra la UIA-AAA, quien se negó a negociar con los maestros, y atacó a la UTIER sin el más mínimo respeto a las leyes del Estado Libre Asociado? Sería trágico pensar que un verdadero movimiento soberanista intentó atropellar y destruir a estos sindicatos. ¿Cuál fue el resultado de la agresión? Poco antes de que Aníbal se tomara la amarga copa de la peor derrota histórica del PPD, la UTIER celebró la victoria de Ángel Figueroa Jaramillo en sus elecciones internas, la FMPR celebró la victoria del NO, propinándole un revés significativo al sindicalismo empresarial, y los grupos de renovación democrática han aumentado su capacidad organizativa en el interior de la UIA. Es decir, las víctimas de la agresión de Acevedo Vilá-Silva Puras están más vivas que sus trágicos verdugos.
Otro aspecto que requerirá consideración fue la catástrofe sufrida por el PIP. Se trata, sin duda de una gran cosecha de errores. Pero existe también otro aspecto del problema. En toda la historia electoral que he podido observar nunca había visto un ataque más virulento contra el PIP, desplegado diariamente en los medios de comunicación, por boca de independentistas. La cosa se torna más penosa si consideramos que este partido fue el único que se vinculó con las luchas sindicales más militantes, mantuvo una posición disonante con la política neoliberal, y tuvo un buen candidato a la gobernación. Tampoco fue una casualidad que en el campo sindical muchos de los nuevos soberanistas opuestos al PIP se aliaron con la política neoliberal del gobierno. ¿Ayuda al diálogo unitario decretar, con arrogancia, la muerte del PIP desde la radio o la cátedra? Es evidente que el terreno de las heridas es muy extenso.
Tampoco será fácil olvidar las expresiones definitivas de múltiples analistas declarando la derrota de la FMPR ante el reto de la Asociación de Maestros-SEIU. Julio Muriente no se distanció del ataque resentido de José Arsenio Torres, Inés Quiles despotricó contra la FMPR mientras santificaba a Aida Díaz, y Néstor Duprey cerró el capítulo relacionado con Feliciano y lo envió al archivo del olvido. La votación, con una participación masiva, favoreció al NO, a pesar de los millones invertidos en propaganda por el sindicalismo empresarial. El margen de la derrota de la SEIU fue parecido al de la debacle electoral del gobierno de Acevedo Vilá-Silva Puras. ¿Qué dijeron los analistas mencionados ante la humillante derrota? Absolutamente nada. Pretendieron cubrir de silencio un hecho tan revelador. ¿Así se camina hacia la soberanía?
Los golpes severos que han recibido estos sectores, uno detrás del otro, son resultado de análisis que se han distanciado de las contradicciones reales de nuestra sociedad. Hay un gusto peligroso por las apariencias y un regodeo fácil en la superficie. Varios analistas, sin cuestionar a fondo la política neoliberal, han proclamado el establecimiento definitivo de un sistema bipartidista. ¿Por qué hacer un juicio tan prematuro? ¿A qué molino específico se quiere llevar el agua? El surgimiento del partido de Rogelio Figueroa no fue un engendro del azar. Respondió a condiciones históricas que lejos de desaparecer es muy probable que se acentúen. Los últimos eventos electorales indican que los dos partidos de gobierno están en una profunda crisis. La ola azul, más que un voto positivo por un candidato flojo, fue una ola de rechazo al peor gobierno electo en el Puerto Rico moderno. Luis Fortuño es el regalo que nos han hecho dos administraciones pésimas del PPD.
Si algo ha hecho la política neoliberal ha sido destrozar la vida interna de los dos partidos que la han adoptado. Ambos distan mucho de ser organizaciones sólidas con una fuerte cohesión interna. Son gigantes electorales con una aguda crisis de convivencia interior. Todo indica que el nuevo gobierno traerá, con ritmo acentuado, más de lo mismo. La ceguera neoliberal del patio, en su versión azul, no parece enterarse de la monumental crisis del neoliberalismo a nivel global. Si bien la fórmula del discurso sobre la soberanía como aderezo del neoliberalismo fue un contrasentido siniestro, la fórmula estadidad con neoliberalismo probablemente llevará al coloniaje a su crisis más acabada y decisiva. Si Fortuño mira bien en los ojos del muñeco roto de Acevedo Vilá que le ha caído en la falda, podría observar allí el reflejo de su propia imagen.
viernes, 21 de noviembre de 2008
Las elecciones regionales y municipales del 23 de noviembre de 2008 en Venezuela son más que unos simples comicios
Por James Petras
Traducido por Manuel Talens
Traducción tomada de Rebelión.
Introducción
Las elecciones regionales y municipales que tendrán lugar el próximo domingo, 23 de noviembre, son las más polarizadas y decisivas de la historia de Venezuela. Muchas cosas han cambiado para mejor desde que por primera vez visité el país, hace más de cuarenta años, invitado por la Universidad Central. El gobierno de Chávez ha construido centenares de centros médicos y educativos y los ha puesto al servicio de las masas empobrecidas, ha reducido enormemente el desempleo, ha subvencionado los alimentos para los residentes en barriadas de ranchitos y ha aumentado los niveles de vida del venezolano de a pie. Igual de importante es que un nuevo partido político favorable a Chávez, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), con más de un millón de afiliados, va a someterse este año a su primera prueba electoral en 23 estados y más de 300 municipalidades. Tanto las elecciones como sus resultados dejarán constancia de la respuesta popular a dos versiones conflictivas del pasado reciente, pues lo que en ellas está en juego es si los esfuerzos positivos del gobierno para crear el socialismo compensan las deficiencias políticas y económicas locales o si la oposición que dirigen los capitalistas pro-usamericanos –con su control de los medios de comunicación y sus nuevas estrategias “de base”– ha logrado infiltrarse e influenciar al menos a algunos sectores de las masas chavistas. En efecto, las elecciones juzgarán la labor de la mayoría de los gobiernos estatales y locales, ahora controlados por los chavistas, y también el “poder de atracción” del presidente Chávez. Los resultados tendrán un profundo impacto sobre la futura dirección política de la transición al socialismo preconizada por el gobierno, así como sobre las posibilidades de un futuro referéndum sobre la elección ilimitada del cargo presidencial.
Pero los resultados electorales tendrán también un impacto importante sobre las políticas del ahora presidente electo usamericano Barack Obama. Tanto la victoria como la derrota de los chavistas, si son contundentes, conducirán a importantes ajustes tácticos y estratégicos en las políticas de la nueva administración imperial.
Comparación de las estrategias en las campañas electorales: el gobierno y la oposición
La oposición derechista y favorable a Washington ha cambiado radicalmente su estrategia electoral en estos comicios. En vez de dedicarse a insultar al presidente o a lanzar eslóganes ideológicos, se ha centrado en temas locales, en la ineptitud de los burócratas y en el defectuoso funcionamiento de los servicios. La oposición y sus medios afines han lanzado ataques frontales contra las deficiencias en la recogida de basuras y la acumulación de desperdicios putrefactos en los vecindarios populares, contra el aumento de la inseguridad personal debido a la criminalidad, contra la falta de respuesta de algunos funcionarios ante peticiones individuales y comunitarias, contra la corrupción y, por encima de todo, contra la inflación, que se ha disparado hasta un 30%. La oposición ha puesto en sordina los ataques contra Chávez y sus aplaudidos programas macrosociales: las “misiones”, las brigadas populares que promueven la alfabetización y los cuidados sanitarios; los consejos comunitarios, las universidades municipales, los bancos municipales patrocinados por el gobierno y el acceso al crédito blando. En vez de criticar los programas, ha criticado su puesta en práctica por parte de una ineficiente o inadecuada administración local. Pero, por encima de todo, la oposición ha hecho lo imposible para evitar la polarización del voto entre los chavistas y los antichavistas, ya que la popularidad del presidente sobrepasa el 60%.
La campaña dirigida por el PSUV ha utilizado generalmente un enfoque distinto, haciendo hincapié en los éxitos de la política nacional; en la reciente nacionalización del acero, del cemento, de empresas bancarias; en los aumentos salariales de los empleados del sector público; en el fin de la escasez de alimentos y, más que nada, en los estrechos lazos existentes entre los candidatos locales y el presidente Chávez, cuya foto aparece siempre junto a la de ellos en la mayoría de los carteles electorales.
El sustancial aumento del gasto del gobierno en programas locales, la finalización de programas de impacto inmediato y la rápida ejecución de las políticas locales de préstamos públicos a miles de cooperativas de los ranchitos han incrementado durante las últimas semanas el porcentaje de intención de voto a favor de los candidatos gubernamentales. Cada bando ha tratado de explotar las debilidades del otro y de superar sus problemas internos. El problema clave de la oposición es su incapacidad de unirse tras un solo candidato en varios estados y municipalidades, lo cual dividirá el voto de la derecha y mejorará las posibilidades de una victoria chavista con menos del 50% del electorado. La derecha no puede contar esta vez con la abstención masiva de 3 millones de chavistas, algo que les permitió ganar el referéndum de noviembre de 2007 por una mínima diferencia del 1%. Se espera que las masas chavistas voten como un solo hombre. La elevada participación favorecerá a los chavistas. La oposición no puede explotar el esperado impacto negativo de la crisis económica mundial, la cual, gracias a las reservas acumuladas por el gobierno, todavía no ha golpeado a los votantes venezolanos. Unas elecciones dentro de un año sí que podrían afectar adversamente el voto chavista.
En el lado del gobierno, el aumento de la inflación ha deteriorado la calidad de vida de los pobres. Los aumentos salariales de los sectores más desfavorecidos no han permitido compensar el alza de los precios. La criminalidad y los depredadores locales han aumentado la inseguridad y los programas gubernamentales contra la criminalidad no han sido eficaces tras su implantación por parte de una policía local y de unos funcionarios políticos poco estrictos, corruptos o cómplices. La mayor amenaza para la lista de candidatos chavistas proviene de funcionarios incompetentes que no han resuelto los “problemas locales”. Una de las incógnitas más importantes es si los gobernadores y alcaldes chavistas impopulares saldrán reelegidos por el simple hecho de acompañar al popular presidente Chávez.
El complejo y contradictorio contexto nacional e internacional de las elecciones
El contexto político y económico internacional de las elecciones es complicado, pero en general favorece al gobierno y a los candidatos del PSUV en el momento actual. La recesión económica mundial y el colapso financiero están sólo en sus comienzos y, por suerte para el gobierno, todavía no han perturbado la vida cotidiana de la mayoría de los votantes. Amortiguada por los cuarenta mil millones de dólares en reservas de divisas del país y por el elevado gasto público, la caída del precio del petróleo venezolano (desde 146 dólares el barril a mediados de 2008 hasta 52 dólares en noviembre) no ha afectado gran cosa los niveles de vida ni los programas sociales.
Las nuevas y cada vez mayores relaciones económicas, militares y culturales de Venezuela con China, Rusia e Irán, así como sus mejores relaciones con la Unión Europea y con los gobiernos de centro derecha y centro izquierda de América Latina y América Central, han aislado a Usamérica y han debilitado su campaña diplomática contra el gobierno de Chávez.
Washington tiene las manos atadas en las guerras de Oriente Próximo y el sur de Asia y la deriva de su economía ha erosionado tanto su capacidad económica de presión como sus recursos militares, lo cual le impide cualquier intervención militar. Según parece, los cómplices del Pentágono en la Guardia Nacional venezolana y entre los militares son demasiado débiles para organizar un nuevo golpe de Estado y están incapacitados para llevar a cabo una ofensiva a gran escala sin la intervención directa usamericana o sin el apoyo del delegado colombiano de Washington, el presidente Álvaro Uribe, quien a pesar de sus avances tácticos contra las guerrillas se enfrenta ahora con un recrudecimiento de las movilizaciones populares, en especial entre los movimientos indígenas y sus aliados y los millones de “inversionistas” de clase media baja, víctimas de empresas piramidales.
Incluso si el clima internacional es hoy favorable a los chavistas, el futuro inmediato no lo es tanto. Venezuela acusará el golpe de la caída de los beneficios provenientes del petróleo y de las recesiones mundiales; la fuga de capitales, a pesar de los controles, está en aumento y el capital privado desinvierte o retiene el crédito a pesar de los cuantiosos incentivos. El gobierno no puede continuar con su financiación a gran escala de proyectos públicos sociales y económicos y, al mismo tiempo, subvencionar a los exportadores privados, a la industria agroalimentaria y, sobre todo, a los importadores de artículos de lujo.
2009, por necesidad, será el año en que el gobierno deberá tomar difíciles decisiones de clase. O bien reduce el gasto destinado a los capitalistas o bien el destinado a los obreros y campesinos. O bien mete la tijera en los programas sociales o bien la mete en las subvenciones estatales a las empresas privadas. El enorme pelotón de (improductivos) funcionarios financiados con dinero público tendrá que ponerse a trabajar en el sector productivo o serán despedidos. En cualquier caso, la elite de los negocios, la legión de importadores de automóviles de prestigio y de artículos de lujo –y quienes los compran–, se verán adversamente afectados e iniciarán una frenética confrontación. Cuando el impacto de la recesión mundial afecte a Venezuela, la polarización de clase explotará y se desbordará fuera de los cauces institucionales y electorales.
Correlación interna de fuerzas
El PSUV ha puesto en marcha con cierto éxito una vasta organización electoral; los sindicatos favorables a Chávez se han visto reforzados y potenciados en algunos sectores, sobre todo tras la nacionalización de las industrias básicas. Los programas culturales y sociales chavistas y sus medios de comunicación han profundizado y extendido la influencia y el apoyo del gobierno en muchos sectores de las clases pobres urbanas y rurales. Sin embargo, hay detalles inquietantes: los sindicatos no representan más del 20% de la fuerza de trabajo. Pocos de los trabajadores en los sectores contratados e informales están organizados. La mayoría de los afiliados sindicales se centran en asuntos salariales, no políticos. Telesur, el canal oficial de televisión, tiene una audiencia reducida, muy por debajo de la de las derechistas televisoras privadas. Los periódicos están casi por completo dominados por la derecha. La mayoría de los militares y el personal de seguridad todavía apoyan a Chávez, pero hay una fuerte minoría de la Guardia Nacional, la policía y el ejército que está aliada con los grandes terratenientes, con el entorno de los negocios y con el Pentágono. Y, por encima de todo, hay un amplio sector de la población –clase media baja, funcionarios públicos, trabajadores informales de la pequeña empresa– cuyas lealtades políticas empiezan a flaquear. Este sector apoya a los candidatos chavistas cuando la economía va viento en popa, el gasto público aumenta, el crédito barato se consigue con facilidad, los salarios superan a la inflación y las importaciones inundan el mercado. Lo que no se sabe es cómo reaccionarán estos votantes cuanto tales condiciones cambien a peor. Mucho dependerá de la manera en que el gobierno haga frente a la recesión mundial y de las medidas internas que adopte. ¿Podrá mantener y profundizar su avance hacia el socialismo un gobierno que depende del petróleo o bien la crisis lo forzará a batirse en retirada hacia una mayor austeridad y un acomodo con el capitalismo, a expensas de las masas?
Al final, la recesión global terminará por pasar factura a la economía venezolana y obligará al gobierno de Chávez y al PSUV a tomar la decisión política más difícil de la siguiente disyuntiva: o bien se adentra en la socialización de los sectores económicos estratégicos para canalizar las inversiones hacia la producción interior y el consumo popular (ésa sería la opción socialista bolivariana) o bien decide salvar al sector privado transfiriéndole unos recursos públicos ya escasos (imitando así la solución adoptada por Obama y Wall Street). No parece que pueda haber una “tercera vía”, pues la posición económica de centro izquierda de los actuales aliados de Chávez en América Latina se está desintegrando con celeridad.
Los resultados de las elecciones del 23 de noviembre serán un factor clave en la dirección futura que tome el gobierno. Un gran avance de la derecha aumentaría la presión contra las esperanzas de reelección del presidente Chávez y contra una respuesta socialista a los retos económicos venideros. Una gran victoria de la izquierda haría más probable la adopción de una respuesta socialista a la debacle del capitalismo.
Título original: The Larger Meaning of the Venezuelan Elections of November 23, 2008
James Petras ha publicado más de sesenta libros de economía política y, en el terreno de la ficción, cuatro colecciones de cuentos. Es colaborador permanente de Rebelión.
Manuel Talens es miembro de los colectivos de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.
Por James Petras
Traducido por Manuel Talens
Traducción tomada de Rebelión.
Introducción
Las elecciones regionales y municipales que tendrán lugar el próximo domingo, 23 de noviembre, son las más polarizadas y decisivas de la historia de Venezuela. Muchas cosas han cambiado para mejor desde que por primera vez visité el país, hace más de cuarenta años, invitado por la Universidad Central. El gobierno de Chávez ha construido centenares de centros médicos y educativos y los ha puesto al servicio de las masas empobrecidas, ha reducido enormemente el desempleo, ha subvencionado los alimentos para los residentes en barriadas de ranchitos y ha aumentado los niveles de vida del venezolano de a pie. Igual de importante es que un nuevo partido político favorable a Chávez, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), con más de un millón de afiliados, va a someterse este año a su primera prueba electoral en 23 estados y más de 300 municipalidades. Tanto las elecciones como sus resultados dejarán constancia de la respuesta popular a dos versiones conflictivas del pasado reciente, pues lo que en ellas está en juego es si los esfuerzos positivos del gobierno para crear el socialismo compensan las deficiencias políticas y económicas locales o si la oposición que dirigen los capitalistas pro-usamericanos –con su control de los medios de comunicación y sus nuevas estrategias “de base”– ha logrado infiltrarse e influenciar al menos a algunos sectores de las masas chavistas. En efecto, las elecciones juzgarán la labor de la mayoría de los gobiernos estatales y locales, ahora controlados por los chavistas, y también el “poder de atracción” del presidente Chávez. Los resultados tendrán un profundo impacto sobre la futura dirección política de la transición al socialismo preconizada por el gobierno, así como sobre las posibilidades de un futuro referéndum sobre la elección ilimitada del cargo presidencial.
Pero los resultados electorales tendrán también un impacto importante sobre las políticas del ahora presidente electo usamericano Barack Obama. Tanto la victoria como la derrota de los chavistas, si son contundentes, conducirán a importantes ajustes tácticos y estratégicos en las políticas de la nueva administración imperial.
Comparación de las estrategias en las campañas electorales: el gobierno y la oposición
La oposición derechista y favorable a Washington ha cambiado radicalmente su estrategia electoral en estos comicios. En vez de dedicarse a insultar al presidente o a lanzar eslóganes ideológicos, se ha centrado en temas locales, en la ineptitud de los burócratas y en el defectuoso funcionamiento de los servicios. La oposición y sus medios afines han lanzado ataques frontales contra las deficiencias en la recogida de basuras y la acumulación de desperdicios putrefactos en los vecindarios populares, contra el aumento de la inseguridad personal debido a la criminalidad, contra la falta de respuesta de algunos funcionarios ante peticiones individuales y comunitarias, contra la corrupción y, por encima de todo, contra la inflación, que se ha disparado hasta un 30%. La oposición ha puesto en sordina los ataques contra Chávez y sus aplaudidos programas macrosociales: las “misiones”, las brigadas populares que promueven la alfabetización y los cuidados sanitarios; los consejos comunitarios, las universidades municipales, los bancos municipales patrocinados por el gobierno y el acceso al crédito blando. En vez de criticar los programas, ha criticado su puesta en práctica por parte de una ineficiente o inadecuada administración local. Pero, por encima de todo, la oposición ha hecho lo imposible para evitar la polarización del voto entre los chavistas y los antichavistas, ya que la popularidad del presidente sobrepasa el 60%.
La campaña dirigida por el PSUV ha utilizado generalmente un enfoque distinto, haciendo hincapié en los éxitos de la política nacional; en la reciente nacionalización del acero, del cemento, de empresas bancarias; en los aumentos salariales de los empleados del sector público; en el fin de la escasez de alimentos y, más que nada, en los estrechos lazos existentes entre los candidatos locales y el presidente Chávez, cuya foto aparece siempre junto a la de ellos en la mayoría de los carteles electorales.
El sustancial aumento del gasto del gobierno en programas locales, la finalización de programas de impacto inmediato y la rápida ejecución de las políticas locales de préstamos públicos a miles de cooperativas de los ranchitos han incrementado durante las últimas semanas el porcentaje de intención de voto a favor de los candidatos gubernamentales. Cada bando ha tratado de explotar las debilidades del otro y de superar sus problemas internos. El problema clave de la oposición es su incapacidad de unirse tras un solo candidato en varios estados y municipalidades, lo cual dividirá el voto de la derecha y mejorará las posibilidades de una victoria chavista con menos del 50% del electorado. La derecha no puede contar esta vez con la abstención masiva de 3 millones de chavistas, algo que les permitió ganar el referéndum de noviembre de 2007 por una mínima diferencia del 1%. Se espera que las masas chavistas voten como un solo hombre. La elevada participación favorecerá a los chavistas. La oposición no puede explotar el esperado impacto negativo de la crisis económica mundial, la cual, gracias a las reservas acumuladas por el gobierno, todavía no ha golpeado a los votantes venezolanos. Unas elecciones dentro de un año sí que podrían afectar adversamente el voto chavista.
En el lado del gobierno, el aumento de la inflación ha deteriorado la calidad de vida de los pobres. Los aumentos salariales de los sectores más desfavorecidos no han permitido compensar el alza de los precios. La criminalidad y los depredadores locales han aumentado la inseguridad y los programas gubernamentales contra la criminalidad no han sido eficaces tras su implantación por parte de una policía local y de unos funcionarios políticos poco estrictos, corruptos o cómplices. La mayor amenaza para la lista de candidatos chavistas proviene de funcionarios incompetentes que no han resuelto los “problemas locales”. Una de las incógnitas más importantes es si los gobernadores y alcaldes chavistas impopulares saldrán reelegidos por el simple hecho de acompañar al popular presidente Chávez.
El complejo y contradictorio contexto nacional e internacional de las elecciones
El contexto político y económico internacional de las elecciones es complicado, pero en general favorece al gobierno y a los candidatos del PSUV en el momento actual. La recesión económica mundial y el colapso financiero están sólo en sus comienzos y, por suerte para el gobierno, todavía no han perturbado la vida cotidiana de la mayoría de los votantes. Amortiguada por los cuarenta mil millones de dólares en reservas de divisas del país y por el elevado gasto público, la caída del precio del petróleo venezolano (desde 146 dólares el barril a mediados de 2008 hasta 52 dólares en noviembre) no ha afectado gran cosa los niveles de vida ni los programas sociales.
Las nuevas y cada vez mayores relaciones económicas, militares y culturales de Venezuela con China, Rusia e Irán, así como sus mejores relaciones con la Unión Europea y con los gobiernos de centro derecha y centro izquierda de América Latina y América Central, han aislado a Usamérica y han debilitado su campaña diplomática contra el gobierno de Chávez.
Washington tiene las manos atadas en las guerras de Oriente Próximo y el sur de Asia y la deriva de su economía ha erosionado tanto su capacidad económica de presión como sus recursos militares, lo cual le impide cualquier intervención militar. Según parece, los cómplices del Pentágono en la Guardia Nacional venezolana y entre los militares son demasiado débiles para organizar un nuevo golpe de Estado y están incapacitados para llevar a cabo una ofensiva a gran escala sin la intervención directa usamericana o sin el apoyo del delegado colombiano de Washington, el presidente Álvaro Uribe, quien a pesar de sus avances tácticos contra las guerrillas se enfrenta ahora con un recrudecimiento de las movilizaciones populares, en especial entre los movimientos indígenas y sus aliados y los millones de “inversionistas” de clase media baja, víctimas de empresas piramidales.
Incluso si el clima internacional es hoy favorable a los chavistas, el futuro inmediato no lo es tanto. Venezuela acusará el golpe de la caída de los beneficios provenientes del petróleo y de las recesiones mundiales; la fuga de capitales, a pesar de los controles, está en aumento y el capital privado desinvierte o retiene el crédito a pesar de los cuantiosos incentivos. El gobierno no puede continuar con su financiación a gran escala de proyectos públicos sociales y económicos y, al mismo tiempo, subvencionar a los exportadores privados, a la industria agroalimentaria y, sobre todo, a los importadores de artículos de lujo.
2009, por necesidad, será el año en que el gobierno deberá tomar difíciles decisiones de clase. O bien reduce el gasto destinado a los capitalistas o bien el destinado a los obreros y campesinos. O bien mete la tijera en los programas sociales o bien la mete en las subvenciones estatales a las empresas privadas. El enorme pelotón de (improductivos) funcionarios financiados con dinero público tendrá que ponerse a trabajar en el sector productivo o serán despedidos. En cualquier caso, la elite de los negocios, la legión de importadores de automóviles de prestigio y de artículos de lujo –y quienes los compran–, se verán adversamente afectados e iniciarán una frenética confrontación. Cuando el impacto de la recesión mundial afecte a Venezuela, la polarización de clase explotará y se desbordará fuera de los cauces institucionales y electorales.
Correlación interna de fuerzas
El PSUV ha puesto en marcha con cierto éxito una vasta organización electoral; los sindicatos favorables a Chávez se han visto reforzados y potenciados en algunos sectores, sobre todo tras la nacionalización de las industrias básicas. Los programas culturales y sociales chavistas y sus medios de comunicación han profundizado y extendido la influencia y el apoyo del gobierno en muchos sectores de las clases pobres urbanas y rurales. Sin embargo, hay detalles inquietantes: los sindicatos no representan más del 20% de la fuerza de trabajo. Pocos de los trabajadores en los sectores contratados e informales están organizados. La mayoría de los afiliados sindicales se centran en asuntos salariales, no políticos. Telesur, el canal oficial de televisión, tiene una audiencia reducida, muy por debajo de la de las derechistas televisoras privadas. Los periódicos están casi por completo dominados por la derecha. La mayoría de los militares y el personal de seguridad todavía apoyan a Chávez, pero hay una fuerte minoría de la Guardia Nacional, la policía y el ejército que está aliada con los grandes terratenientes, con el entorno de los negocios y con el Pentágono. Y, por encima de todo, hay un amplio sector de la población –clase media baja, funcionarios públicos, trabajadores informales de la pequeña empresa– cuyas lealtades políticas empiezan a flaquear. Este sector apoya a los candidatos chavistas cuando la economía va viento en popa, el gasto público aumenta, el crédito barato se consigue con facilidad, los salarios superan a la inflación y las importaciones inundan el mercado. Lo que no se sabe es cómo reaccionarán estos votantes cuanto tales condiciones cambien a peor. Mucho dependerá de la manera en que el gobierno haga frente a la recesión mundial y de las medidas internas que adopte. ¿Podrá mantener y profundizar su avance hacia el socialismo un gobierno que depende del petróleo o bien la crisis lo forzará a batirse en retirada hacia una mayor austeridad y un acomodo con el capitalismo, a expensas de las masas?
Al final, la recesión global terminará por pasar factura a la economía venezolana y obligará al gobierno de Chávez y al PSUV a tomar la decisión política más difícil de la siguiente disyuntiva: o bien se adentra en la socialización de los sectores económicos estratégicos para canalizar las inversiones hacia la producción interior y el consumo popular (ésa sería la opción socialista bolivariana) o bien decide salvar al sector privado transfiriéndole unos recursos públicos ya escasos (imitando así la solución adoptada por Obama y Wall Street). No parece que pueda haber una “tercera vía”, pues la posición económica de centro izquierda de los actuales aliados de Chávez en América Latina se está desintegrando con celeridad.
Los resultados de las elecciones del 23 de noviembre serán un factor clave en la dirección futura que tome el gobierno. Un gran avance de la derecha aumentaría la presión contra las esperanzas de reelección del presidente Chávez y contra una respuesta socialista a los retos económicos venideros. Una gran victoria de la izquierda haría más probable la adopción de una respuesta socialista a la debacle del capitalismo.
Título original: The Larger Meaning of the Venezuelan Elections of November 23, 2008
James Petras ha publicado más de sesenta libros de economía política y, en el terreno de la ficción, cuatro colecciones de cuentos. Es colaborador permanente de Rebelión.
Manuel Talens es miembro de los colectivos de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.
viernes, 14 de noviembre de 2008
¿Euforia acrítica?
Por Judith Butler
Traducción de Atenea Acevedo
Este escrito fue diseminado en Internet y publicado en el blog Angrywhitekid. La traducción al español fue tomada de Rebelión. Para más escritos en español sobre Obama y el resultado de las elecciones estadounidenses, presiona aquí.
Pocos somos inmunes a euforia que marca el momento. Mis amigos en la izquierda me escriben diciendo sentir algo muy parecido a la "redención" o que "el país ha vuelto a nosotros" o que "por fin tenemos a uno de los nuestros en la Casa Blanca". Por supuesto, al igual que ellos, me descubro inundada de incredulidad y entusiasmo a lo largo del día, ya que saber que el régimen de George W. Bush se acabó es un gran alivio. Y pensar en Obama, un candidato negro reflexivo y progresista, significa dar un giro al terreno de la historia, y sentimos el cataclismo conforme su llegada abre una nueva brecha. Pero tratemos de pensar cuidadosamente en esa brecha de cambio, aunque aún es prematuro conocer del todo su topografía. La relevancia histórica de la elección de Barack Obama tiene vertientes todavía desconocidas, pero su elección no es ni puede ser una redención, y si suscribimos los acentuados caminos de identificació n que propone ("todos estamos unidos") o que proponemos ("es uno de los nuestros") nos arriesgamos a creer que este momento político puede superar los antagonismos que constituyen la vida política, particularmente la vida política en estos tiempos. Siempre ha habido buenas razones para no abrazar la "unidad nacional" como ideal y para albergar sospechas ante la identificació n absoluta y perfecta con cualquier líder político. Después de todo, el fascismo dependió, en parte, de esa identificació n total con el líder y los republicanos participan del mismo tipo de campaña a fin de orquestar un efecto político cuando, por ejemplo, Elizabeth Dole se dirige a su público con estas palabras: "Los amo a todos y cada uno de ustedes".
Pensar en la política de la identificación eufórica se torna más importante que nunca ante la elección de Obama y considerando que el apoyo que obtuvo coincide con el apoyo de causas conservadoras. De cierta manera, esto explica su éxito "universal". En California ganó con 60% de los votos y, sin embargo, una parte significativa de quienes votaron por él también votaron en contra del matrimonio homosexual (52%). ¿Cómo entender esta aparente disyunción? Primero, recordemos que Obama no ha apoyado explícitamente el derecho al matrimonio entre personas homosexuales. Además, como lo señaló Wendy Brown, los republicanos han advertido que el electorado no está tan motivada por los temas "morales" como lo estuvo en procesos electorales recientes; las razones detrás del apabullante voto a favor de Obama parecen ser fundamentalmente económicas y la lógica que lo explica parece más estructurada en torno a la racionalidad neoliberal que a las inquietudes religiosas. Esta es sin duda una de las razones por las que fracasó la idea de asignar a Palin la función de despertar a la mayoría del electorado con la discusión de cuestiones morales. Pero si los temas "morales", como el control de las armas, los derechos relacionados con el aborto y los derechos de las personas homosexuales, no fueron tan determinantes como en el pasado, quizás se deba a que se encuentran perfectamente instalados en otro compartimiento de la mente política. En otras palabras, enfrentamos nuevas configuraciones de las convicciones políticas que posibilitan mantener, al mismo tiempo, visiones en apariencia divergentes: alguien puede, por ejemplo, discrepar de Obama en ciertos temas, pero haberle dado su voto. Esto se hizo más notorio ante el surgimiento del contraefecto Bradley,[i] cuando los votantes pudieron asumir y de hecho asumieron de manera explícita su racismo, pero dijeron que de todas maneras votarían por Obama. Entre las anécdotas de lo que se llegó a escuchar decir incluyen frases como "Sé que Obama es musulmán y terrorista, pero igual votaré por él; probablemente sea mejor para la economía". Esos votantes lograron conservar su racismo y votar por Obama, y albergar convicciones contrapuestas sin tener que resolverlas.
A la par de las fuertes motivaciones económicas se han conjugado otros factores menos discernibles desde lo empírico en los resultados de las elecciones. No podemos subestimar la fuerza de la desidentificació n en este proceso electoral, la sensación de repugnancia porque George W. ha "representado" a Usamérica ante el resto del mundo, la vergüenza por nuestras prácticas de tortura y detención ilegal, el asco de haber hecho la guerra con base en argumentos falsos y haber propagado el racismo en contra del Islam, la inquietud y el horror ante el hecho de que la desregulación económica llevada al extremo haya provocado una crisis económica mundial. ¿Obama surgió finalmente como un mejor representante de la nación a pesar de su raza o debido a su raza? En esa función de representació n es, al mismo tiempo, negro y no negro (hay quienes dicen que "no es lo suficientemente negro" y quienes dicen "es demasiado negro"); en consecuencia, puede atraer a votantes que no solo carecen de una vía para resolver su ambivalencia ante el tema, sino que ni siquiera desean tenerla. No obstante, la figura pública que permite al pueblo conservar y maquillar su ambivalencia aparece como una figura de la "unidad": no cabe duda de que cumple una función ideológica. Estos momentos son intensamente imaginarios, cosa que no les resta fuerza política.
El interés en la persona de Obama creció conforme se acercaban las elecciones: su circunspección, su reflexividad, su capacidad para no perder los estribos, su manera de lograr cierta serenidad frente a ataques hirientes y vil retórica política, su promesa de reinstaurar una versión del país capaz de superar su actual vergüenza. La promesa, desde luego, es seductora. Pero, ¿qué pasaría si adoptar ciegamente a Obama fomentara la creencia en la posibilidad de superar toda disonancia, la creencia de que la unidad es realmente posible? ¿Cuáles son las probabilidades de que terminemos sufriendo cierta decepción inevitable cuando este carismático líder muestre que es falible, que está dispuesto a transigir o incluso a traicionar a las minorías? De hecho, en cierta forma ya lo ha hecho, pero muchos de nosotros "hacemos a un lado" nuestras inquietudes para disfrutar la extrema falta de ambivalencia del momento, exponiéndonos a una euforia acrítica aun cuando ya deberíamos haber aprendido la lección. Después de todo, es difícil definir a Obama como un hombre de izquierda, independientemente del "socialismo" que le atribuyen sus opositores conservadores. ¿Cómo limitarán las políticas partidistas, los intereses económicos y el poder del Estado sus acciones? ¿Cómo habrán ya sido comprometidas? Si a lo largo de su mandato buscamos superar el sentido de disonancia habremos echado por la borda la política crítica a favor de una euforia cuyas dimensiones quiméricas tendrán consecuencias. Quizás no podamos evitar la entelequia del momento, pero no olvidemos que el momento dura un instante. Si hay racistas declarados que han dicho "Sé que es musulmán y terrorista, pero igual votaré por él" seguramente en la izquierda habrá quien diga "Sé que traicionó la lucha por los derechos de las personas homosexuales, sé que traicionó a Palestina, pero sigue siendo nuestra redención". Ya lo sabía, pero hay que repetirlo: es la clásica formulación del desmentido. ¿Con qué medios conservamos y maquillamos convicciones contradictorias como estas? ¿A qué costo político?
No cabe duda de que el éxito de Obama tendrá efectos importantes en la situación económica del país, y parece razonable suponer que veremos una nueva lógica de regulación económica y un enfoque económico parecido a la socialdemocracia europea; en política exterior veremos, sin duda, una renovación de las relaciones multilaterales, un cambio de 180 grados respecto de la fatídica tendencia a la destrucción de acuerdos multilaterales que hemos visto durante el gobierno de Bush. Y sin duda también veremos una tendencia más liberal en términos generales en lo que respecta a los temas sociales, aunque es importante recordar que Obama no se ha manifestado a favor del servicio universal de salud ni ha apoyado explícitamente el derecho al matrimonio homosexual. Tampoco hay muchas razones para esperar que formule una política exterior justa para la relación de USAmérica en Oriente Medio, aunque reconforta saber que conoce a Rashid Khalidi.
La indiscutible relevancia de la elección de Barack Obama está del todo relacionada con la superación de los límites implícitamente impuestos a los logros de la población negra en USAmérica; ha inspirado, inspirará y emocionará a la juventud negra; al mismo tiempo, precipitará un cambio en la autodefinició n del país. Si la elección de Obama es un indicio de la voluntad de la mayoría de los votantes de que este hombre "los represente", entonces se entiende que el "nosotros" se constituye de nuevo: somos una nación de muchas razas, interracial, y Obama nos ofrece la oportunidad de reconocer quiénes somos y qué seremos, y así parecería superarse aquella cierta escisión entre la función de representació n de la presidencia y la función del pueblo representado. Seguro que se trata de un momento de euforia, pero ¿puede durar? ¿Debería?
¿Qué consecuencias tendrá esta expectativa casi mesiánica conferida a Obama? El éxito de esta presidencia requiere de cierta decepción y de la capacidad de superar esa decepción: el hombre se volverá humano, se mostrará menos poderoso de lo que quisiéramos y la política dejará de ser una celebración carente de ambivalencias y cautela; de hecho, la política demostrará ser menos una experiencia mesiánica y más una vertiente para el debate sólido, la crítica pública y el necesario antagonismo. La elección de Obama significa que el terreno para el debate y la lucha ha dado un golpe de timón y, sin duda, es un terreno más fértil. Pero no significa el fin de la lucha. Sería insensato pensarlo, aunque sea provisionalmente. Seguro que estaremos de acuerdo y en desacuerdo con algunas de las medidas que tome o deje de tomar. Pero si la expectativa inicial es que es y será la "redención" personificada, entonces lo castigaremos sin piedad cuando nos falle (o encontraremos maneras de negar o reprimir la decepción para mantener viva la experiencia de la unidad y el amor sin ambivalencias) .
Obama tendrá que actuar rápido y bien para evitar una decepción trascendental y dramática. Tal vez la única forma de evitar un "choque" (una decepción de graves proporciones capaz de revertir la voluntad política en su contra) sea tomar medidas decisivas en los primeros dos meses en el poder. La primera sería cerrar Guantánamo y encontrar maneras de llevar los casos de los detenidos a tribunales legítimos; la segunda sería fraguar un plan para el retiro de las tropas de Iraq y empezar a ponerlo en marcha. La tercera sería retractarse de sus beligerantes declaraciones acerca de intensificar la guerra en Afganistán y buscar soluciones diplomáticas y multilaterales. Está claro que si no toma estas medidas la izquierda le retirará apoyo y veremos la reconfiguració n de la escisión entre los halcones liberales y la izquierda que está en contra de la guerra. Si nombra a gente como Lawrence Summers para ocupar cargos en el gabinete o da continuidad a las fallidas políticas económicas de Clinton y Bush, el mesías será despreciado como falso profeta. No necesitamos una promesa imposible, sino una serie de acciones concretas que puedan empezar a revertir la terrible revocación de la justicia cometida por el régimen de Bush; cualquier otra cosa acabará en una dramática y trascendental desilusión. La pregunta es cuál es la medida precisa de desilusión que se necesita para recuperar una política crítica y qué modalidad aún más dramática de desilusión habrá de devolvernos al intenso cinismo político de los últimos años. Hace falta salir un poquito de la ilusión para poder recordar que la política no tiene tanto que ver con la persona y la imposible y hermosa promesa que representa como con los cambios concretos en el ejercicio político que, con el tiempo y no sin dificultades, habrán de construir las condiciones favorables a una mayor justicia.
[i] En la cultura política usamericana se denomina efecto Bradley al fenómeno según el cual los candidatos pertenecientes a una minoría racial suelen tener mejores resultados en las encuestas que en las urnas. N. de la T.
Judith Butler (1956) pertenece al cuerpo docente de la Escuela Europea de Posgrado en Saas-Fee, Suiza, y profesora de la Cátredra Maxine Elliot en los departamentos de Retórica y Literatura comparada de la Universidad de California, Berkeley. Es la académica posfeminista que escribió El género en disputa en 1990 y Cuerpos que importan en 1994. Ambas obras describen lo que después se convertiría en la teoría queer. Una de las aportaciones más significativas de Butler a la teoría crítica es su modelo performativo del género, en el que las categorías "masculino" y "femenino" se entienden como una repetición de actos y no como absolutos naturales o inevitables. Butler también argumenta que el movimiento feminista no puede usar o depender de una definición específica e inmutable de mujer, y que hacerlo es imperialista y contraproducente, porque perpetúa el sexismo. Además, analiza las formas en que la raza, el género, la orientación sexual y otras identidades entran en conflicto y se apoyan entre sí.
Atenea Acevedo es miembra de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y la fuente.
Por Judith Butler
Traducción de Atenea Acevedo
Este escrito fue diseminado en Internet y publicado en el blog Angrywhitekid. La traducción al español fue tomada de Rebelión. Para más escritos en español sobre Obama y el resultado de las elecciones estadounidenses, presiona aquí.
Pocos somos inmunes a euforia que marca el momento. Mis amigos en la izquierda me escriben diciendo sentir algo muy parecido a la "redención" o que "el país ha vuelto a nosotros" o que "por fin tenemos a uno de los nuestros en la Casa Blanca". Por supuesto, al igual que ellos, me descubro inundada de incredulidad y entusiasmo a lo largo del día, ya que saber que el régimen de George W. Bush se acabó es un gran alivio. Y pensar en Obama, un candidato negro reflexivo y progresista, significa dar un giro al terreno de la historia, y sentimos el cataclismo conforme su llegada abre una nueva brecha. Pero tratemos de pensar cuidadosamente en esa brecha de cambio, aunque aún es prematuro conocer del todo su topografía. La relevancia histórica de la elección de Barack Obama tiene vertientes todavía desconocidas, pero su elección no es ni puede ser una redención, y si suscribimos los acentuados caminos de identificació n que propone ("todos estamos unidos") o que proponemos ("es uno de los nuestros") nos arriesgamos a creer que este momento político puede superar los antagonismos que constituyen la vida política, particularmente la vida política en estos tiempos. Siempre ha habido buenas razones para no abrazar la "unidad nacional" como ideal y para albergar sospechas ante la identificació n absoluta y perfecta con cualquier líder político. Después de todo, el fascismo dependió, en parte, de esa identificació n total con el líder y los republicanos participan del mismo tipo de campaña a fin de orquestar un efecto político cuando, por ejemplo, Elizabeth Dole se dirige a su público con estas palabras: "Los amo a todos y cada uno de ustedes".
Pensar en la política de la identificación eufórica se torna más importante que nunca ante la elección de Obama y considerando que el apoyo que obtuvo coincide con el apoyo de causas conservadoras. De cierta manera, esto explica su éxito "universal". En California ganó con 60% de los votos y, sin embargo, una parte significativa de quienes votaron por él también votaron en contra del matrimonio homosexual (52%). ¿Cómo entender esta aparente disyunción? Primero, recordemos que Obama no ha apoyado explícitamente el derecho al matrimonio entre personas homosexuales. Además, como lo señaló Wendy Brown, los republicanos han advertido que el electorado no está tan motivada por los temas "morales" como lo estuvo en procesos electorales recientes; las razones detrás del apabullante voto a favor de Obama parecen ser fundamentalmente económicas y la lógica que lo explica parece más estructurada en torno a la racionalidad neoliberal que a las inquietudes religiosas. Esta es sin duda una de las razones por las que fracasó la idea de asignar a Palin la función de despertar a la mayoría del electorado con la discusión de cuestiones morales. Pero si los temas "morales", como el control de las armas, los derechos relacionados con el aborto y los derechos de las personas homosexuales, no fueron tan determinantes como en el pasado, quizás se deba a que se encuentran perfectamente instalados en otro compartimiento de la mente política. En otras palabras, enfrentamos nuevas configuraciones de las convicciones políticas que posibilitan mantener, al mismo tiempo, visiones en apariencia divergentes: alguien puede, por ejemplo, discrepar de Obama en ciertos temas, pero haberle dado su voto. Esto se hizo más notorio ante el surgimiento del contraefecto Bradley,[i] cuando los votantes pudieron asumir y de hecho asumieron de manera explícita su racismo, pero dijeron que de todas maneras votarían por Obama. Entre las anécdotas de lo que se llegó a escuchar decir incluyen frases como "Sé que Obama es musulmán y terrorista, pero igual votaré por él; probablemente sea mejor para la economía". Esos votantes lograron conservar su racismo y votar por Obama, y albergar convicciones contrapuestas sin tener que resolverlas.
A la par de las fuertes motivaciones económicas se han conjugado otros factores menos discernibles desde lo empírico en los resultados de las elecciones. No podemos subestimar la fuerza de la desidentificació n en este proceso electoral, la sensación de repugnancia porque George W. ha "representado" a Usamérica ante el resto del mundo, la vergüenza por nuestras prácticas de tortura y detención ilegal, el asco de haber hecho la guerra con base en argumentos falsos y haber propagado el racismo en contra del Islam, la inquietud y el horror ante el hecho de que la desregulación económica llevada al extremo haya provocado una crisis económica mundial. ¿Obama surgió finalmente como un mejor representante de la nación a pesar de su raza o debido a su raza? En esa función de representació n es, al mismo tiempo, negro y no negro (hay quienes dicen que "no es lo suficientemente negro" y quienes dicen "es demasiado negro"); en consecuencia, puede atraer a votantes que no solo carecen de una vía para resolver su ambivalencia ante el tema, sino que ni siquiera desean tenerla. No obstante, la figura pública que permite al pueblo conservar y maquillar su ambivalencia aparece como una figura de la "unidad": no cabe duda de que cumple una función ideológica. Estos momentos son intensamente imaginarios, cosa que no les resta fuerza política.
El interés en la persona de Obama creció conforme se acercaban las elecciones: su circunspección, su reflexividad, su capacidad para no perder los estribos, su manera de lograr cierta serenidad frente a ataques hirientes y vil retórica política, su promesa de reinstaurar una versión del país capaz de superar su actual vergüenza. La promesa, desde luego, es seductora. Pero, ¿qué pasaría si adoptar ciegamente a Obama fomentara la creencia en la posibilidad de superar toda disonancia, la creencia de que la unidad es realmente posible? ¿Cuáles son las probabilidades de que terminemos sufriendo cierta decepción inevitable cuando este carismático líder muestre que es falible, que está dispuesto a transigir o incluso a traicionar a las minorías? De hecho, en cierta forma ya lo ha hecho, pero muchos de nosotros "hacemos a un lado" nuestras inquietudes para disfrutar la extrema falta de ambivalencia del momento, exponiéndonos a una euforia acrítica aun cuando ya deberíamos haber aprendido la lección. Después de todo, es difícil definir a Obama como un hombre de izquierda, independientemente del "socialismo" que le atribuyen sus opositores conservadores. ¿Cómo limitarán las políticas partidistas, los intereses económicos y el poder del Estado sus acciones? ¿Cómo habrán ya sido comprometidas? Si a lo largo de su mandato buscamos superar el sentido de disonancia habremos echado por la borda la política crítica a favor de una euforia cuyas dimensiones quiméricas tendrán consecuencias. Quizás no podamos evitar la entelequia del momento, pero no olvidemos que el momento dura un instante. Si hay racistas declarados que han dicho "Sé que es musulmán y terrorista, pero igual votaré por él" seguramente en la izquierda habrá quien diga "Sé que traicionó la lucha por los derechos de las personas homosexuales, sé que traicionó a Palestina, pero sigue siendo nuestra redención". Ya lo sabía, pero hay que repetirlo: es la clásica formulación del desmentido. ¿Con qué medios conservamos y maquillamos convicciones contradictorias como estas? ¿A qué costo político?
No cabe duda de que el éxito de Obama tendrá efectos importantes en la situación económica del país, y parece razonable suponer que veremos una nueva lógica de regulación económica y un enfoque económico parecido a la socialdemocracia europea; en política exterior veremos, sin duda, una renovación de las relaciones multilaterales, un cambio de 180 grados respecto de la fatídica tendencia a la destrucción de acuerdos multilaterales que hemos visto durante el gobierno de Bush. Y sin duda también veremos una tendencia más liberal en términos generales en lo que respecta a los temas sociales, aunque es importante recordar que Obama no se ha manifestado a favor del servicio universal de salud ni ha apoyado explícitamente el derecho al matrimonio homosexual. Tampoco hay muchas razones para esperar que formule una política exterior justa para la relación de USAmérica en Oriente Medio, aunque reconforta saber que conoce a Rashid Khalidi.
La indiscutible relevancia de la elección de Barack Obama está del todo relacionada con la superación de los límites implícitamente impuestos a los logros de la población negra en USAmérica; ha inspirado, inspirará y emocionará a la juventud negra; al mismo tiempo, precipitará un cambio en la autodefinició n del país. Si la elección de Obama es un indicio de la voluntad de la mayoría de los votantes de que este hombre "los represente", entonces se entiende que el "nosotros" se constituye de nuevo: somos una nación de muchas razas, interracial, y Obama nos ofrece la oportunidad de reconocer quiénes somos y qué seremos, y así parecería superarse aquella cierta escisión entre la función de representació n de la presidencia y la función del pueblo representado. Seguro que se trata de un momento de euforia, pero ¿puede durar? ¿Debería?
¿Qué consecuencias tendrá esta expectativa casi mesiánica conferida a Obama? El éxito de esta presidencia requiere de cierta decepción y de la capacidad de superar esa decepción: el hombre se volverá humano, se mostrará menos poderoso de lo que quisiéramos y la política dejará de ser una celebración carente de ambivalencias y cautela; de hecho, la política demostrará ser menos una experiencia mesiánica y más una vertiente para el debate sólido, la crítica pública y el necesario antagonismo. La elección de Obama significa que el terreno para el debate y la lucha ha dado un golpe de timón y, sin duda, es un terreno más fértil. Pero no significa el fin de la lucha. Sería insensato pensarlo, aunque sea provisionalmente. Seguro que estaremos de acuerdo y en desacuerdo con algunas de las medidas que tome o deje de tomar. Pero si la expectativa inicial es que es y será la "redención" personificada, entonces lo castigaremos sin piedad cuando nos falle (o encontraremos maneras de negar o reprimir la decepción para mantener viva la experiencia de la unidad y el amor sin ambivalencias) .
Obama tendrá que actuar rápido y bien para evitar una decepción trascendental y dramática. Tal vez la única forma de evitar un "choque" (una decepción de graves proporciones capaz de revertir la voluntad política en su contra) sea tomar medidas decisivas en los primeros dos meses en el poder. La primera sería cerrar Guantánamo y encontrar maneras de llevar los casos de los detenidos a tribunales legítimos; la segunda sería fraguar un plan para el retiro de las tropas de Iraq y empezar a ponerlo en marcha. La tercera sería retractarse de sus beligerantes declaraciones acerca de intensificar la guerra en Afganistán y buscar soluciones diplomáticas y multilaterales. Está claro que si no toma estas medidas la izquierda le retirará apoyo y veremos la reconfiguració n de la escisión entre los halcones liberales y la izquierda que está en contra de la guerra. Si nombra a gente como Lawrence Summers para ocupar cargos en el gabinete o da continuidad a las fallidas políticas económicas de Clinton y Bush, el mesías será despreciado como falso profeta. No necesitamos una promesa imposible, sino una serie de acciones concretas que puedan empezar a revertir la terrible revocación de la justicia cometida por el régimen de Bush; cualquier otra cosa acabará en una dramática y trascendental desilusión. La pregunta es cuál es la medida precisa de desilusión que se necesita para recuperar una política crítica y qué modalidad aún más dramática de desilusión habrá de devolvernos al intenso cinismo político de los últimos años. Hace falta salir un poquito de la ilusión para poder recordar que la política no tiene tanto que ver con la persona y la imposible y hermosa promesa que representa como con los cambios concretos en el ejercicio político que, con el tiempo y no sin dificultades, habrán de construir las condiciones favorables a una mayor justicia.
[i] En la cultura política usamericana se denomina efecto Bradley al fenómeno según el cual los candidatos pertenecientes a una minoría racial suelen tener mejores resultados en las encuestas que en las urnas. N. de la T.
Judith Butler (1956) pertenece al cuerpo docente de la Escuela Europea de Posgrado en Saas-Fee, Suiza, y profesora de la Cátredra Maxine Elliot en los departamentos de Retórica y Literatura comparada de la Universidad de California, Berkeley. Es la académica posfeminista que escribió El género en disputa en 1990 y Cuerpos que importan en 1994. Ambas obras describen lo que después se convertiría en la teoría queer. Una de las aportaciones más significativas de Butler a la teoría crítica es su modelo performativo del género, en el que las categorías "masculino" y "femenino" se entienden como una repetición de actos y no como absolutos naturales o inevitables. Butler también argumenta que el movimiento feminista no puede usar o depender de una definición específica e inmutable de mujer, y que hacerlo es imperialista y contraproducente, porque perpetúa el sexismo. Además, analiza las formas en que la raza, el género, la orientación sexual y otras identidades entran en conflicto y se apoyan entre sí.
Atenea Acevedo es miembra de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y la fuente.
martes, 11 de noviembre de 2008
¿De qué real es espectáculo esta crisis?
Por Alain Badiou
Traducción de Diego L. Sanromán
Publicado en Le Monde el 17 de octubre de 2008. La traducción al español fue tomada del blog Multitud. Esta versión es un extracto de un escrito más largo, que está disponible en francés y en inglés.
Por Alain Badiou
Traducción de Diego L. Sanromán
Publicado en Le Monde el 17 de octubre de 2008. La traducción al español fue tomada del blog Multitud. Esta versión es un extracto de un escrito más largo, que está disponible en francés y en inglés.
Tal como nos la presentan, la crisis planetaria de las finanzas se asemeja a una de esas malas películas cocinadas en esa fábrica de éxitos preformados que hoy en día llaman “cine”. Nada falta en ella, ni siquiera esos sobresaltos que nos aterrorizan: imposible impedir el viernes negro, todo se derrumba, todo se va a derrumbar…
Pero la esperanza permanece. En primer plano, despavoridos y concentrados como en una película de catástrofes, la pequeña cuadrilla de los poderosos, los bomberos del fuego monetario, los Sarkozy, Paulson, Merkel, Brown y demás Trichets, arrojan al agujero central millares de millones. “¡Salvad a los bancos!”. Este noble grito humanista y democrático surge de todos los gargantas políticas y mediáticas. Para los actores principales de la película –es decir, los ricos, sus lacayos, sus parásitos, quienes los envidian y quienes los adulan- un happy end –lo creo, lo siento- es inevitable, habida cuenta de lo que son hoy en día tanto el mundo como los políticos que en él se exhiben.
Pero mejor girémonos hacia los espectadores de este show, la multitud atónita que escucha como un estrépito lejano el berreo desesperado de los bancos, que adivina los agotadores fines de semana de la gloriosa camarilla de los jefes de gobierno, que ve pasar cifras tan gigantescas como oscuras y que, automáticamente, compara con los recursos propios, o incluso, para una parte muy considerable de la humanidad, con la pura y simple falta de recursos que constituye el fondo amargo y a la vez valeroso de su vida. Yo sostengo que es aquí donde se encuentra lo real y que no podremos acceder a él más que dando la espalda al espectáculo para considerar a la masa invisible de aquellos para los que la película de catástrofes, desenlace edulcorado incluido (Sarkozy besa a Merkel y todo el mundo llora de alegría), jamás fue otra cosa que un teatro de sombras.
Se ha hablado a menudo en estas últimas semanas de la “economía real” (la producción de bienes). Se le opone la economía irreal (la especulación), de donde procede todo el mal, puesto que sus agentes se habrían convertido en “irresponsables”, “irracionales” y “depredadores”. Esta distinción es evidentemente absurda. El capitalismo financiero es, desde hace cinco siglos, una pieza fundamental del capitalismo en general. En cuanto a los propietarios y animadores de este sistema, no son por definición “responsables” más que de los beneficios, su “racionalidad” es conmesurable con las ganancias, y depredadores no sólo lo son, sino que deben serlo.
No hay, pues, nada más “real” en los sótanos de la producción capitalista que en su planta de ventas o en su departamento especulativo. El retorno a lo real no puede ser el movimiento que conduce de la mala especulación “irracional” a la sana producción. Es el retorno a la vida, inmediata y reflexiva, de todos los que habitan este mundo. Desde aquí es desde donde se puede observar sin desfallecer al capitalismo, incluida la película de catástrofes que nos imponen en estos últimos tiempos. Lo real no es la película, sino la sala.
¿Qué es lo que vemos, vueltos o girados de esta manera? Vemos, lo que se dice ver, cosas simples y conocidas de larga data: el capitalismo no es más que bandolerismo, irracional en su esencia y devastador en su transformarse. Siempre ha hecho pagar algunos breves decenios de prosperidad salvajemente desigualitaria con crisis en las que desaparecen cantidades astronómicas de valores, con cruentas expediciones punitivas en todas las zonas consideradas estratégicas o amenazantes y con guerras mundiales en las que recuperaba su salud.
Dejemos a la película de crisis, vista así, su fuerza didáctica. ¿Podemos todavía atrevernos, frente a la vida de las gentes que miran, a jactarnos de un sistema que somete la organización de la vida colectiva a las pulsiones más bajas: la codicia, la rivalidad, el egoísmo mecánico? ¿A elogiar una “democracia” en la que los dirigentes son hasta tal punto e impunemente los lacayos de la apropiación financiera privada que asombrarían al propio Marx, que, sin embargo, ya hace ciento sesenta años, consideraba a los gobiernos “fundados en el poder del capital”? ¿A afirmar que es imposible tapar el agujero de la Seguridad Social, pero que se debe tapar sin contar los miles de millones el agujero de los bancos?
Lo único que puede desear uno es que dicho poder didáctico se encuentre en las lecciones extraídas por los pueblos de esta sombría historia, y no por los banqueros, los gobiernos que les sirven y los periódicos que sirven a los gobiernos. Veo dos niveles articulados en este retorno de lo real. El primero es claramente político. Como la película ha mostrado, el fetiche “democrático” no es más que diligente servicio a los bancos. Su auténtico nombre, su nombre técnico, hace tiempo que lo propongo: capitalo-parlamentarismo. Conviene, pues, como múltiples experiencias han hecho desde hace veinte años, organizar una política de naturaleza diferente.
Esa política se encuentra, y sin duda se encontrará durante mucho tiempo, a mucha distancia del poder del Estado, pero poco importa. Comienza a ras de lo real, mediante la alianza práctica de las gentes más disponibles para inventarla: los proletarios recién llegados de África o cualquier otro lugar y los intelectuales herederos de las batallas políticas de los últimos decenios. Se ampliará en función de lo que sepa hacer, punto por punto. No mantendrá ningún tipo de relación orgánica con los partidos existentes ni con el sistema, electoral e institucional, que les da vida. Inventará la nueva disciplina de los que no tienen nada, su capacidad política, la nueva idea de lo que será su victoria.
El segundo nivel es ideológico. Es preciso invertir el viejo veredicto según el cual estaríamos en “el fin de las ideologías”. Vemos muy claramente hoy en día que este supuesto fin no tiene más realidad que la consigna “salvemos a los bancos”. Nada hay más importante que recuperar la pasión de las ideas y oponer al mundo tal cual es una hipótesis general, la certidumbre anticipada de una cotidianeidad completamente distinta. Al maléfico espectáculo del capitalismo, nosotros oponemos lo real de los pueblos, de la existencia de todos en el movimiento propio de las ideas. El motivo de una emancipación de la humanidad no ha perdido nada de su potencia. La palabra “comunismo”, que durante mucho tiempo dio nombre a esa potencia, fue ciertamente envilecida y prostituida. Pero, hoy en día, su desaparición no sirve más que a los defensores del orden, a los febriles actores de la película de catástrofes. Vamos a resucitarlo con su nueva claridad, que es también su antigua virtud. Como cuando Marx decía del comunismo que “rompía de la forma más radical con las ideas tradicionales” y que hacía surgir “una asociación donde el libre desarrollo de cada uno es condición del libre desarrollo de todos”.
Ruptura total con el capitalo-parlamentarismo, política inventada a ras de lo real popular, soberanía de la idea: todo lo que nos aleja de la película de la crisis y nos acerca a la fusión del pensamiento vivo y la acción organizada está ahí.
Alain Badiou (Rabat, Marruecos, 1937) es un filósofo, dramaturgo y novelista francés.
Pero la esperanza permanece. En primer plano, despavoridos y concentrados como en una película de catástrofes, la pequeña cuadrilla de los poderosos, los bomberos del fuego monetario, los Sarkozy, Paulson, Merkel, Brown y demás Trichets, arrojan al agujero central millares de millones. “¡Salvad a los bancos!”. Este noble grito humanista y democrático surge de todos los gargantas políticas y mediáticas. Para los actores principales de la película –es decir, los ricos, sus lacayos, sus parásitos, quienes los envidian y quienes los adulan- un happy end –lo creo, lo siento- es inevitable, habida cuenta de lo que son hoy en día tanto el mundo como los políticos que en él se exhiben.
Pero mejor girémonos hacia los espectadores de este show, la multitud atónita que escucha como un estrépito lejano el berreo desesperado de los bancos, que adivina los agotadores fines de semana de la gloriosa camarilla de los jefes de gobierno, que ve pasar cifras tan gigantescas como oscuras y que, automáticamente, compara con los recursos propios, o incluso, para una parte muy considerable de la humanidad, con la pura y simple falta de recursos que constituye el fondo amargo y a la vez valeroso de su vida. Yo sostengo que es aquí donde se encuentra lo real y que no podremos acceder a él más que dando la espalda al espectáculo para considerar a la masa invisible de aquellos para los que la película de catástrofes, desenlace edulcorado incluido (Sarkozy besa a Merkel y todo el mundo llora de alegría), jamás fue otra cosa que un teatro de sombras.
Se ha hablado a menudo en estas últimas semanas de la “economía real” (la producción de bienes). Se le opone la economía irreal (la especulación), de donde procede todo el mal, puesto que sus agentes se habrían convertido en “irresponsables”, “irracionales” y “depredadores”. Esta distinción es evidentemente absurda. El capitalismo financiero es, desde hace cinco siglos, una pieza fundamental del capitalismo en general. En cuanto a los propietarios y animadores de este sistema, no son por definición “responsables” más que de los beneficios, su “racionalidad” es conmesurable con las ganancias, y depredadores no sólo lo son, sino que deben serlo.
No hay, pues, nada más “real” en los sótanos de la producción capitalista que en su planta de ventas o en su departamento especulativo. El retorno a lo real no puede ser el movimiento que conduce de la mala especulación “irracional” a la sana producción. Es el retorno a la vida, inmediata y reflexiva, de todos los que habitan este mundo. Desde aquí es desde donde se puede observar sin desfallecer al capitalismo, incluida la película de catástrofes que nos imponen en estos últimos tiempos. Lo real no es la película, sino la sala.
¿Qué es lo que vemos, vueltos o girados de esta manera? Vemos, lo que se dice ver, cosas simples y conocidas de larga data: el capitalismo no es más que bandolerismo, irracional en su esencia y devastador en su transformarse. Siempre ha hecho pagar algunos breves decenios de prosperidad salvajemente desigualitaria con crisis en las que desaparecen cantidades astronómicas de valores, con cruentas expediciones punitivas en todas las zonas consideradas estratégicas o amenazantes y con guerras mundiales en las que recuperaba su salud.
Dejemos a la película de crisis, vista así, su fuerza didáctica. ¿Podemos todavía atrevernos, frente a la vida de las gentes que miran, a jactarnos de un sistema que somete la organización de la vida colectiva a las pulsiones más bajas: la codicia, la rivalidad, el egoísmo mecánico? ¿A elogiar una “democracia” en la que los dirigentes son hasta tal punto e impunemente los lacayos de la apropiación financiera privada que asombrarían al propio Marx, que, sin embargo, ya hace ciento sesenta años, consideraba a los gobiernos “fundados en el poder del capital”? ¿A afirmar que es imposible tapar el agujero de la Seguridad Social, pero que se debe tapar sin contar los miles de millones el agujero de los bancos?
Lo único que puede desear uno es que dicho poder didáctico se encuentre en las lecciones extraídas por los pueblos de esta sombría historia, y no por los banqueros, los gobiernos que les sirven y los periódicos que sirven a los gobiernos. Veo dos niveles articulados en este retorno de lo real. El primero es claramente político. Como la película ha mostrado, el fetiche “democrático” no es más que diligente servicio a los bancos. Su auténtico nombre, su nombre técnico, hace tiempo que lo propongo: capitalo-parlamentarismo. Conviene, pues, como múltiples experiencias han hecho desde hace veinte años, organizar una política de naturaleza diferente.
Esa política se encuentra, y sin duda se encontrará durante mucho tiempo, a mucha distancia del poder del Estado, pero poco importa. Comienza a ras de lo real, mediante la alianza práctica de las gentes más disponibles para inventarla: los proletarios recién llegados de África o cualquier otro lugar y los intelectuales herederos de las batallas políticas de los últimos decenios. Se ampliará en función de lo que sepa hacer, punto por punto. No mantendrá ningún tipo de relación orgánica con los partidos existentes ni con el sistema, electoral e institucional, que les da vida. Inventará la nueva disciplina de los que no tienen nada, su capacidad política, la nueva idea de lo que será su victoria.
El segundo nivel es ideológico. Es preciso invertir el viejo veredicto según el cual estaríamos en “el fin de las ideologías”. Vemos muy claramente hoy en día que este supuesto fin no tiene más realidad que la consigna “salvemos a los bancos”. Nada hay más importante que recuperar la pasión de las ideas y oponer al mundo tal cual es una hipótesis general, la certidumbre anticipada de una cotidianeidad completamente distinta. Al maléfico espectáculo del capitalismo, nosotros oponemos lo real de los pueblos, de la existencia de todos en el movimiento propio de las ideas. El motivo de una emancipación de la humanidad no ha perdido nada de su potencia. La palabra “comunismo”, que durante mucho tiempo dio nombre a esa potencia, fue ciertamente envilecida y prostituida. Pero, hoy en día, su desaparición no sirve más que a los defensores del orden, a los febriles actores de la película de catástrofes. Vamos a resucitarlo con su nueva claridad, que es también su antigua virtud. Como cuando Marx decía del comunismo que “rompía de la forma más radical con las ideas tradicionales” y que hacía surgir “una asociación donde el libre desarrollo de cada uno es condición del libre desarrollo de todos”.
Ruptura total con el capitalo-parlamentarismo, política inventada a ras de lo real popular, soberanía de la idea: todo lo que nos aleja de la película de la crisis y nos acerca a la fusión del pensamiento vivo y la acción organizada está ahí.
Alain Badiou (Rabat, Marruecos, 1937) es un filósofo, dramaturgo y novelista francés.
lunes, 10 de noviembre de 2008
Puerto Rico: Entre el huracán y la esperanza
Por Jesús Dávila
SAN JUAN, Puerto Rico, 9 de Noviembre de 2008 (NCM) – Al faltar apenas dos años para que la Asamblea General de las Naciones Unidas pueda reabrir el caso colonial de Puerto Rico, la realineación de las fuerzas políticas ha puesto al movimiento anexionista en posesión total del poder, lo que para unos es esperanzador y para otros amenazante.
Desde el inicio, el gobernador electo Luis Fortuño, un católico conservador que sin embargo ha promovido a sectores liberales dentro de su Partido Nuevo Progresista, ha estado tratando de llevar el mensaje de que el pueblo busca "esperanza" y que para eso habrá que atender primero la reconstrucción urgente de la economía y la moral pública, aunque sin olvidarse del compromiso de buscar que Puerto Rico se convierta en estado de los Estados Unidos.
Al menos por el momento, está por verse si el discurso de Fortuño se impone en un PNP que acaba de propinarle el golpe más grave en toda su historia al autonomista Partido Popular Democrático, que no sólo perdió el control del Ejecutivo y la Legislatura, sino de la Rama Judicial y todos los organismos fiscalizadores del Estado. En privado ya se escuchan quejas de quienes alegan que algunos intentan aprovechar el triunfo arrollador para impulsar agendas particulares y hacer negocios cuestionables.
En los primeros días después del triunfo del 4 de noviembre, Fortuño logró organizar el liderato legislativo mediante un balance entre los sectores anexionistas e inició gestiones en Washington para obtener ayudas económicas de emergencia. Ese campo, sin embargo, también es tierra minada, debido a la designación de Rahm Emmanuel como jefe de gabinete del nuevo presidente Barack Obama.
Lejos de haber mostrado mucho interés en Puerto Rico, el congresista de Chicago no firmó ninguno de los dos proyectos para la atención del caso colonial y su historial indica que sus prioridades están en ser un fuerte defensor de Israel frente a los árabes, al punto de estar entre los demócratas que respaldaron la invasión de Irak.
En privado, fuentes del PNP muestran estar muy conscientes de que el histórico triunfo se debió a la desesperación de mucha gente ante el deterioro de la economía, el colapso fiscal del Estado, y los aumentos en impuestos y tarifas. A eso se suman casos no resueltos como el de cuál fue la participación del gobierno autonomista en la muerte del comandante del Ejército Popular Boricua-Macheteros, Filiberto Ojeda, y la crisis de moral pública que condujo a que el PPD se atreviera a presentar como candidato al Gobernador, Aníbal Acevedo Vilá, quien en febrero próximo deberá enfrentar juicio en el Tribunal de Distrito de EEUU por 24 cargos criminales de corrupción.
De hecho, a pesar del poderío del PNP resultante de haber obtenido más de un millón de votos, el retraimiento masivo que ocurrió levanta muchas incógnitas pues al menos 550,000 electores no se presentaron a las urnas, cifra que aumenta si se toman en cuenta los que ni siquiera se inscribieron. Eso hace importante para Fortuño tener en la oposición política alguien con quién dialogar, en particular si la situación de EEUU y la crisis global obstaculizan una recuperación rápida de la economía boricua.
A corto plazo, sin embargo, no está claro quiénes estarán en condiciones de ser interlocutores políticos frente a la nueva mayoría absoluta.
En la oposición –descuartizada por el triunfo de más del 52 por ciento del PNP- la situación ha provocado un agrio debate interno en el PPD, que obtuvo apenas cerca del 40 por ciento de los sufragios. Hasta ahora, ese debate se concentra entre los que defienden la "unión permanente" con EEUU y por lo tanto alegan que la culpa la tuvieron los que promovieron la "soberanía", mientras el otro bando insiste en que lo que se debe hacer es insistir todavía más en la ruta para que Puerto Rico busque una condición de república asociada.
Para el Partido Independentista Puertorriqueño, que obtuvo el 2.03 por ciento, el momento es de una intensa evaluación que ya se inició en sus comités en toda la isla y este fin de semana llegaba a los organismos nacionales. El PIP parece decidido a inscribirse –cosa que muy pocos ponen en duda- pero la pregunta es cómo intentará volver a la ruta de crecimiento que durante más de treinta años tuvo bajo el liderato de Rubén Berríos, pero que ahora le toca principalmente a una nueva generación de líderes.
El PIP quedó con poco menos de 40,000 votos, cifra casi exacta a la obtenida en el plebiscito de 1998, lo que hace ver la meta de volver a pasar la barrera de los 100,000 votos obtenida por Berríos como un reto formidable.
El Movimiento Independentista Nacional Hostosiano, que considera al PIP un obstáculo y algunos de sus ideólogos han insistido en "denunciar" a los que traten de inscribirlo otra vez, se encuentra en la disyuntiva de cómo articular un movimiento electoral, luego de que líderes importantes de su formación echaran el resto en campañas del entonces oficialista PPD.
Queda el nuevo Partido Puertorriqueños por Puerto Rico, que obtuvo apenas el 2.76 por ciento y tampoco quedó inscrito. Esa formación sigue, sin embargo, en germen y no logró ser alternativa para los cientos de miles que no acudieron a votar.
Los análisis de lo que pasó para todos los bandos se dificulta por los datos del fenómeno ocurrido, que guarda cierta semejanza con 1944, cuando el PPD bajo el liderato carismático de Luis Muñoz Marín barrió con todo ante la implosión del anexionismo que había dominado la política puertorriqueña mediante la coalición de republicanos y socialistas. Pero esta vez, el retraimiento electoral surge con su propio grito y los intentos de explicar la derrota de los autonomistas con que muchos de sus seguidores se quedaron en sus casas no se verifica en los informes de votación.
Si bien en el pueblo de Loíza –por ejemplo- la votación fue de 67.06 por ciento y Fortuño se alzó con 64.89 por ciento frente a Acevedo Vilá con sólo el 29.72, en Maricao votó casi el 85 por ciento de los electores y Fortuño recibió 61.09 por ciento en tanto que Acevedo Vilá se quedó con sólo 36.33. Región por región, el PNP arropó sin importar el nivel de participación electoral.
Lo que sí quedó claro de la demografía de los pasados comicios es que sigue creciendo la tendencia de que la montaña está desplazando a los llanos costeros y las ciudades en la intensidad de la participación electoral. Así, mientras en el pueblo costero de Arroyo votó apenas el 67 por ciento, el promedio en los pueblos de la Cordillera Central fue de más de 80 por ciento, en tanto que los siete municipios de la zona metropolitana y las demás ciudades aportaron más del 40 por ciento de la abstención.
Por Jesús Dávila
SAN JUAN, Puerto Rico, 9 de Noviembre de 2008 (NCM) – Al faltar apenas dos años para que la Asamblea General de las Naciones Unidas pueda reabrir el caso colonial de Puerto Rico, la realineación de las fuerzas políticas ha puesto al movimiento anexionista en posesión total del poder, lo que para unos es esperanzador y para otros amenazante.
Desde el inicio, el gobernador electo Luis Fortuño, un católico conservador que sin embargo ha promovido a sectores liberales dentro de su Partido Nuevo Progresista, ha estado tratando de llevar el mensaje de que el pueblo busca "esperanza" y que para eso habrá que atender primero la reconstrucción urgente de la economía y la moral pública, aunque sin olvidarse del compromiso de buscar que Puerto Rico se convierta en estado de los Estados Unidos.
Al menos por el momento, está por verse si el discurso de Fortuño se impone en un PNP que acaba de propinarle el golpe más grave en toda su historia al autonomista Partido Popular Democrático, que no sólo perdió el control del Ejecutivo y la Legislatura, sino de la Rama Judicial y todos los organismos fiscalizadores del Estado. En privado ya se escuchan quejas de quienes alegan que algunos intentan aprovechar el triunfo arrollador para impulsar agendas particulares y hacer negocios cuestionables.
En los primeros días después del triunfo del 4 de noviembre, Fortuño logró organizar el liderato legislativo mediante un balance entre los sectores anexionistas e inició gestiones en Washington para obtener ayudas económicas de emergencia. Ese campo, sin embargo, también es tierra minada, debido a la designación de Rahm Emmanuel como jefe de gabinete del nuevo presidente Barack Obama.
Lejos de haber mostrado mucho interés en Puerto Rico, el congresista de Chicago no firmó ninguno de los dos proyectos para la atención del caso colonial y su historial indica que sus prioridades están en ser un fuerte defensor de Israel frente a los árabes, al punto de estar entre los demócratas que respaldaron la invasión de Irak.
En privado, fuentes del PNP muestran estar muy conscientes de que el histórico triunfo se debió a la desesperación de mucha gente ante el deterioro de la economía, el colapso fiscal del Estado, y los aumentos en impuestos y tarifas. A eso se suman casos no resueltos como el de cuál fue la participación del gobierno autonomista en la muerte del comandante del Ejército Popular Boricua-Macheteros, Filiberto Ojeda, y la crisis de moral pública que condujo a que el PPD se atreviera a presentar como candidato al Gobernador, Aníbal Acevedo Vilá, quien en febrero próximo deberá enfrentar juicio en el Tribunal de Distrito de EEUU por 24 cargos criminales de corrupción.
De hecho, a pesar del poderío del PNP resultante de haber obtenido más de un millón de votos, el retraimiento masivo que ocurrió levanta muchas incógnitas pues al menos 550,000 electores no se presentaron a las urnas, cifra que aumenta si se toman en cuenta los que ni siquiera se inscribieron. Eso hace importante para Fortuño tener en la oposición política alguien con quién dialogar, en particular si la situación de EEUU y la crisis global obstaculizan una recuperación rápida de la economía boricua.
A corto plazo, sin embargo, no está claro quiénes estarán en condiciones de ser interlocutores políticos frente a la nueva mayoría absoluta.
En la oposición –descuartizada por el triunfo de más del 52 por ciento del PNP- la situación ha provocado un agrio debate interno en el PPD, que obtuvo apenas cerca del 40 por ciento de los sufragios. Hasta ahora, ese debate se concentra entre los que defienden la "unión permanente" con EEUU y por lo tanto alegan que la culpa la tuvieron los que promovieron la "soberanía", mientras el otro bando insiste en que lo que se debe hacer es insistir todavía más en la ruta para que Puerto Rico busque una condición de república asociada.
Para el Partido Independentista Puertorriqueño, que obtuvo el 2.03 por ciento, el momento es de una intensa evaluación que ya se inició en sus comités en toda la isla y este fin de semana llegaba a los organismos nacionales. El PIP parece decidido a inscribirse –cosa que muy pocos ponen en duda- pero la pregunta es cómo intentará volver a la ruta de crecimiento que durante más de treinta años tuvo bajo el liderato de Rubén Berríos, pero que ahora le toca principalmente a una nueva generación de líderes.
El PIP quedó con poco menos de 40,000 votos, cifra casi exacta a la obtenida en el plebiscito de 1998, lo que hace ver la meta de volver a pasar la barrera de los 100,000 votos obtenida por Berríos como un reto formidable.
El Movimiento Independentista Nacional Hostosiano, que considera al PIP un obstáculo y algunos de sus ideólogos han insistido en "denunciar" a los que traten de inscribirlo otra vez, se encuentra en la disyuntiva de cómo articular un movimiento electoral, luego de que líderes importantes de su formación echaran el resto en campañas del entonces oficialista PPD.
Queda el nuevo Partido Puertorriqueños por Puerto Rico, que obtuvo apenas el 2.76 por ciento y tampoco quedó inscrito. Esa formación sigue, sin embargo, en germen y no logró ser alternativa para los cientos de miles que no acudieron a votar.
Los análisis de lo que pasó para todos los bandos se dificulta por los datos del fenómeno ocurrido, que guarda cierta semejanza con 1944, cuando el PPD bajo el liderato carismático de Luis Muñoz Marín barrió con todo ante la implosión del anexionismo que había dominado la política puertorriqueña mediante la coalición de republicanos y socialistas. Pero esta vez, el retraimiento electoral surge con su propio grito y los intentos de explicar la derrota de los autonomistas con que muchos de sus seguidores se quedaron en sus casas no se verifica en los informes de votación.
Si bien en el pueblo de Loíza –por ejemplo- la votación fue de 67.06 por ciento y Fortuño se alzó con 64.89 por ciento frente a Acevedo Vilá con sólo el 29.72, en Maricao votó casi el 85 por ciento de los electores y Fortuño recibió 61.09 por ciento en tanto que Acevedo Vilá se quedó con sólo 36.33. Región por región, el PNP arropó sin importar el nivel de participación electoral.
Lo que sí quedó claro de la demografía de los pasados comicios es que sigue creciendo la tendencia de que la montaña está desplazando a los llanos costeros y las ciudades en la intensidad de la participación electoral. Así, mientras en el pueblo costero de Arroyo votó apenas el 67 por ciento, el promedio en los pueblos de la Cordillera Central fue de más de 80 por ciento, en tanto que los siete municipios de la zona metropolitana y las demás ciudades aportaron más del 40 por ciento de la abstención.
domingo, 9 de noviembre de 2008
Postvótum
Ana Lydia Vega, El Nuevo Día 7/11/2008
El voto es una de las grandes pasiones puertorriqueñas. Así lo confirma habitualmente la masiva participación electoral, superior a la que suele exhibir el país que nos comanda por control remoto. El derecho que acá, aunque trunco, se reverencia, allá, aunque pleno, se ejerce con displicencia.
Esta vez, los americanos encontraron poderosas razones para volcarse en las urnas. La certeza de estar haciendo historia propició una inscripción nunca antes vista. La crisis financiera atizó el sentido de urgencia.
Nosotros, en cambio, vivimos unas elecciones medio sosonas. Para colmo, las encuestas -esos erráticos oráculos a sueldo- mataron de entrada el suspenso con la aplastante letanía de que la suerte ya estaba echada.
Las dos opciones mayoritarias acorralaron al votante en un callejón sin salida. Ni los candidatos ni sus séquitos brillaron por su encanto. Escoger entre ineptos y corruptos no es tarea fácil cuando se sabe que ambas especies proliferan en cada bando. Decidir entre dos estilos de parálisis -el círculo vicioso estadolibrista y el anexionismo "light " posrossellista- es tan estimulante como seleccionar el método más indoloro de suicidio.
Los partidos minoritarios resultaron algo menos aburridos. Con un candidato fuera de serie, el PIP batalló gallardamente contra la fobia a la independencia y la seducción del meloneo. Morir con las botas puestas sigue siendo el blasón de su caballería andante. El novato PPR pudo convertirse en una especie de quinta columna para electores amargados. Los aspavientos triunfalistas de su presidente inyectaron una dosis de humor a la contienda. El elemento patético tampoco faltó: lo aportó la lealtad del club "Write -in de la Tercera Edad" a favor de un candidato ausente.
El mosqueo generalizado invitaba a la abstención. Y, al parecer, un nutrido grupo sucumbió a esa tentación mudando a las playas su blanda disidencia.
No obstante, la feligresía impenitente de los partidos abarrotó cierres de campaña, engulló bacalaítos, perreó de lo lindo y se esgalilló coreando consignas.
Llegado el 4 de noviembre, el grueso del electorado fue, como de costumbre, a rajar papeleta.
Estamos en la temporada baja de las ilusiones. Aquí hace tiempo que a nadie lo elige el entusiasmo. Los ganadores prevalecen por eliminación. A la hora de marcar esas cruces fatales, poca gente alberga una auténtica esperanza de cambio. Entonces, ¿cómo rayos se explica el furor eleccionario? Hay motivos que no pasan por la vía real de la razón.
A muchos, no cabe duda, les va la vida en el voto. Son aquéllos cuya subsis- tencia depende del color que pinte los puentes de las autopistas. La victoria del adversario los condena al hoyo negro del desempleo. Otros sacrifican su criterio a las fidelidades familiares. Distanciarse de la preferencia del clan equivale a cometer parricidio. La tiranía del bolsillo y el yugo de la tradición imponen así la ortodoxia del Partido Único.
Las plataformas partidistas nunca han sido lectura preferida de las masas. A fin de cuentas, importan menos las ideas del candidato que la proyección de su imagen. El voto es una gestión esencialmente afectiva. La libertad del elector está condicionada por las emociones que se cuecen en las calderas viscerales.
Eso lo saben demasiado bien los publicistas. A ello responden los efectos especiales de los mítines, los mensajes televisados en "prime time" y los golpes teatrales de la víspera. Amén de la manipulación subliminal de los anuncios y el chantaje descarado de las ofertas quincalleras.
El voto por gratitud o por desquite mueve a buen número de ciudadanos. Con la repartición justiciera de recompensas y castigos, las elecciones adquieren un carácter casi bíblico. Por eso, durante el año de los comicios, los políticos más vagos e irresponsables se desviven embreando calles, firmando referidos y regalando neveras. El tumbe es su pesadilla y el soborno su seguro de vida contra los rigores del juicio final.
Escaso pero firme, el voto de principio también existe. Se da entre los adeptos a la coherencia existencial. Se ofrenda con serenidad y, en ocasiones, con resignación. Se concibe como un gesto desprendido, un triunfo de la mente sobre la materia, un entrenamiento en tenacidad.
El más libre de los votantes debe ser el deportivo. Ve el proceso como un juego de equipos, y se atreve a apostar. No se esponja cuando gana ni se deprime cuando pierde. Saluda al vencedor y sonríe. Barajea sus opciones. Sabe que el juego siempre volverá a empezar.
Ana Lydia Vega, El Nuevo Día 7/11/2008
El voto es una de las grandes pasiones puertorriqueñas. Así lo confirma habitualmente la masiva participación electoral, superior a la que suele exhibir el país que nos comanda por control remoto. El derecho que acá, aunque trunco, se reverencia, allá, aunque pleno, se ejerce con displicencia.
Esta vez, los americanos encontraron poderosas razones para volcarse en las urnas. La certeza de estar haciendo historia propició una inscripción nunca antes vista. La crisis financiera atizó el sentido de urgencia.
Nosotros, en cambio, vivimos unas elecciones medio sosonas. Para colmo, las encuestas -esos erráticos oráculos a sueldo- mataron de entrada el suspenso con la aplastante letanía de que la suerte ya estaba echada.
Las dos opciones mayoritarias acorralaron al votante en un callejón sin salida. Ni los candidatos ni sus séquitos brillaron por su encanto. Escoger entre ineptos y corruptos no es tarea fácil cuando se sabe que ambas especies proliferan en cada bando. Decidir entre dos estilos de parálisis -el círculo vicioso estadolibrista y el anexionismo "light " posrossellista- es tan estimulante como seleccionar el método más indoloro de suicidio.
Los partidos minoritarios resultaron algo menos aburridos. Con un candidato fuera de serie, el PIP batalló gallardamente contra la fobia a la independencia y la seducción del meloneo. Morir con las botas puestas sigue siendo el blasón de su caballería andante. El novato PPR pudo convertirse en una especie de quinta columna para electores amargados. Los aspavientos triunfalistas de su presidente inyectaron una dosis de humor a la contienda. El elemento patético tampoco faltó: lo aportó la lealtad del club "Write -in de la Tercera Edad" a favor de un candidato ausente.
El mosqueo generalizado invitaba a la abstención. Y, al parecer, un nutrido grupo sucumbió a esa tentación mudando a las playas su blanda disidencia.
No obstante, la feligresía impenitente de los partidos abarrotó cierres de campaña, engulló bacalaítos, perreó de lo lindo y se esgalilló coreando consignas.
Llegado el 4 de noviembre, el grueso del electorado fue, como de costumbre, a rajar papeleta.
Estamos en la temporada baja de las ilusiones. Aquí hace tiempo que a nadie lo elige el entusiasmo. Los ganadores prevalecen por eliminación. A la hora de marcar esas cruces fatales, poca gente alberga una auténtica esperanza de cambio. Entonces, ¿cómo rayos se explica el furor eleccionario? Hay motivos que no pasan por la vía real de la razón.
A muchos, no cabe duda, les va la vida en el voto. Son aquéllos cuya subsis- tencia depende del color que pinte los puentes de las autopistas. La victoria del adversario los condena al hoyo negro del desempleo. Otros sacrifican su criterio a las fidelidades familiares. Distanciarse de la preferencia del clan equivale a cometer parricidio. La tiranía del bolsillo y el yugo de la tradición imponen así la ortodoxia del Partido Único.
Las plataformas partidistas nunca han sido lectura preferida de las masas. A fin de cuentas, importan menos las ideas del candidato que la proyección de su imagen. El voto es una gestión esencialmente afectiva. La libertad del elector está condicionada por las emociones que se cuecen en las calderas viscerales.
Eso lo saben demasiado bien los publicistas. A ello responden los efectos especiales de los mítines, los mensajes televisados en "prime time" y los golpes teatrales de la víspera. Amén de la manipulación subliminal de los anuncios y el chantaje descarado de las ofertas quincalleras.
El voto por gratitud o por desquite mueve a buen número de ciudadanos. Con la repartición justiciera de recompensas y castigos, las elecciones adquieren un carácter casi bíblico. Por eso, durante el año de los comicios, los políticos más vagos e irresponsables se desviven embreando calles, firmando referidos y regalando neveras. El tumbe es su pesadilla y el soborno su seguro de vida contra los rigores del juicio final.
Escaso pero firme, el voto de principio también existe. Se da entre los adeptos a la coherencia existencial. Se ofrenda con serenidad y, en ocasiones, con resignación. Se concibe como un gesto desprendido, un triunfo de la mente sobre la materia, un entrenamiento en tenacidad.
El más libre de los votantes debe ser el deportivo. Ve el proceso como un juego de equipos, y se atreve a apostar. No se esponja cuando gana ni se deprime cuando pierde. Saluda al vencedor y sonríe. Barajea sus opciones. Sabe que el juego siempre volverá a empezar.
viernes, 7 de noviembre de 2008
Análisis de los resultados de las elecciones de 2008 en Puerto Rico
Por Ramón Rosario Luna
¿Qué podemos decir sobre el reciente proceso eleccionario para elegir los administradores de la colonia capitalista denominada “Estado Libre Asociado de Puerto Rico”? Luis Fortuño, candidato a gobernador por el anexionista y neoliberal-corporativista Partido Nuevo Progresista (PNP), ganó con un 52.8% de los votos. El derrotado incumbente Aníbal Acevedo, del estadolibrista, pero igualmente neoliberal-corporativista Partido Popular Democrático (PPD), logró el 41.3% de los votos. Rogelio Figueroa, del cuasi-ecologista partido Puertorriqueños por Puerto Rico (PPR), tuvo el 2.8% de los votos. Edwin Irizarry, del socialdemócrata Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), logró el 2%. El PNP obtuvo 60 de los 78 escaños legislativos y el PPD los restantes 18. El PNP ganó 48 alcaldías y el PPD las otras 30.
Más allá de lo obviamente aparente, la victoria arrolladora del PNP, podemos señalar que hubo una reducción en la cantidad de votantes. En las elecciones de 1996 votó el 82.7% de los inscritos, en las del 2000 votaron el 82.2%, en las del 2004 el 81.6 y en estas el 77.8. En números absolutos los participantes bajaron de alrededor de dos millones a sólo 1,856,157. Esta merma en participación parece indicar un rechazo a las alternativas disponibles y al tipo de dinámica y sistema político vigente. Pero, examinemos qué pasó entre los que votaron.
¿Por qué la derrota del Partido Popular Democrático (PPD)? Este partido logró 154 mil votos íntegros menos que en el 2004. Los votos por el gobernador bajaron en 183 mil (de 48.4% a 41.4%). ¿Por qué esta reducción en apoyo? (1) Por sus políticas anti-obreras. Un maestro de inglés en el Departamento de Educación, mayor de 60 años, líder de base de la Federación de Maestros, me comentaba que en su vida jamás había visto administración más anti-obrera que ésta del gobernador Acevedo . Los miembros de la UTIER, de la UIA-AAA y de otros sindicatos bien lo saben. La experiencia de los profesores universitarios sin plaza confirma esto, pues este tipo de contratación ha proliferado gigantescamente durante los últimos ocho años, los cuales coinciden con la administración PPD. (2) El regresivo Impuesto a la Venta y Uso (IVU) fue otra agresión a la clase trabajadora. Cuando surgió la crisis presupuestaria gubernamental en el año 2006, el movimiento obrero propuso aumentar los impuestos a las grandes corporaciones. Sobre el 60% de la población estaba de acuerdo con esa idea, pero el gobernador Acevedo decidió implantar en IVU. Aumentar los precios de los artículos de consumo en el 7% es casi irrelevante para una familia de empresarios o ejecutivos que ingrese sobre cien mil anuales (unos ocho mil al mes); pero un aumento del 7% en el costo de vida es brutal para las familias trabajadoras, cuyo presupuesto mensual fluctúa desde menos de mil dólares a poco más de mil dólares. (3) El corporativismo del PPD también es intuitivamente rechazado por los sectores trabajadores. La ley de incentivos industriales, redactada por los banqueros, casi exonera a las grandes empresas de pagar impuestos, mientras que los trabajadores asalariados pagan el 15% y 20% de sus limitados ingresos. (4) La crisis económica, que de todos modos estaba dándose, agravó el malestar. Las crisis cíclicas del capitalismo plantean una inevitable alternancia de auge y recesión. El último proceso recesivo, iniciado en el año 2001, se agravó durante esta administración y fue recrudecido por el alza en los precios del petróleo. El grueso de la gente le hecha la culpa al gobierno de turno por sus problemas económicos, aún por los que vienen de factores que el incumbente no controla. (5) El “melonismo” es una estrategia de algunos independentistas que interpretan, equivocadamente, al PPD como un partido de centro y nacionalista al que es conveniente aliarse para derrotar al PNP, al cual conciben, correctamente, como un partido de derecha, anexionista y pro-Estados Unidos. Esta táctica fue insuficiente. Los pocos miles de votos que el Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH) haya movido en esta dirección son casi irrelevantes ante el margen de casi doscientos mil votos íntegros de diferencia entre el PNP y el PPD y ante los doscientos dieciseis mil de ventaja de Fortuño sobre Acevedo. (6) Las acusaciones realizadas por el Tribunal Federal de Justicia al gobernador del PPD desprestigiaron a Acevedo. Los cargos incluyen conspirar para violar la Ley de Campañas Electorales, someter informes falsos, transferir fondos fraudulentamente, conspirar para defraudar al Servicio de Rentas Internas Federal, rendir planillas fraudulentas y mentir al Negociado Federal de Investigaciones; todo esto con el propósito de recaudar fondos para sus campañas políticas. (7) El oportunismo de Acevedo lo desacredita. El gobernador se declaró “pro-soberanía” justo después de que el Tribunal Federal de Justicia, institución imperial cuya presencia él siempre ha defendido, le radicara los cargos arriba mencionados.
¿Por qué tan poca gente vota por el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP)? Comparado con el 2004, perdieron casi doce mil votos íntegros: bajaron de 2.4% a 1.9%. Su candidato a gobernador obtuvo el 2% de los votos. Al no lograr el 3% de los votos requeridos, este partido perdió la franquicia electoral por segunda vez consecutiva. (1) Mucha gente no vota PIP por la historia de represión hacia el independentismo. Esto se traduce en miedo a represalias. (2) También porque se identifica con la derrota. Muchos asumen que “siempre pierden” y que “votar PIP es botar el voto”. (3) El miedo al cambio, específicamente a la independencia, es la manifestación afectiva del miedo al descenso al nivel de vida sin la asistencia social federal. (4) El lastre de arrogancia-elitismo de abogados pudientes distanciados de las luchas obreras y populares también engendra repudio, especialmente de los sectores más pobres. Durante este cuatrienio el PIP reasumió posturas socialdemócratas: apoyó a los sindicatos en sus luchas, se opuso a las privatizaciones de empresas públicas, a la invasión imperial a Irak y Afganistán y apoyó las luchas de las comunidades en contra de proyectos anti-ecológicos. Sin embargo, esto no es suficiente para que los sectores más desposeídos de las clases trabajadoras dejen de mirar al PIP con desconfianza. (5) El anti-intelectualismo general de la población es adverso para un candidato que es un experto en el más apremiante problema del país: la economía. Edwin Irizarry Mora es doctor en economía, por lo que era por mucho el candidato a gobernador más capacitado para entender el problema económico del país y para desarrollar soluciones ante el mismo. Pero en tiempos de decadencia cultural, las capacidades intelectuales no son valoradas por gran parte de la población. (6) El “melonismo” fue incapaz de derrotar al PNP, pero colaboró con que el PIP perdiera su franquicia electoral. (7) Poco apoyo del gran capital. El PIP es un partido pequeño-burgués en cuanto a extracción de clase, y socialdemócrata en cuanto a proyecto político. Ésta no es la opción típico del capitalista contemporáneo, ni de sus intelectuales orgánicos; éstos aún asumen el neoliberalismo/corporativismo en boga desde los tiempos Reagan/Tatcher. Sólo muy recientemente, con una crisis casi tan grande como la de 1929, algunos derechistas, como Sarkozy, empiezan a cuestionar la tendencia neoliberal/corporativista. Dicho de otro modo, todo sistema económico requiere la protección de las relaciones de producción y apropiación: en las sociedades divididas en clases sociales, el Estado es el orden jurídico-político-militar que garantiza la permanencia del sistema económico dentro del cual la clase dominante explota a las clases dominadas. Dado que el Estado es Estado de la clase dominante, el Estado capitalista-colonial es el orden político mediante el cual los capitalistas en la colonia mantienen su dominio, aunque sea como intermediarios o socios menores del gran capital estadounidense. (8) El apoyo de organizaciones e individuos socialistas (Movimiento al Socialismo, algunos miembros del Movimiento Socialista de Trabajadores) no hace gran diferencia, pues son organizaciones pequeñas que en este momento no tienen mucha proyección entre la población en general.
¿Por qué tan poca gente votó por el partido Puertorriqueños por Puerto Rico (PPR)? Este partido logró sólo 2.3% de los votos íntegros; su candidato para gobernador, Rogelio Figueroa, consiguió el 2.8%. (1) Esto es así, en parte, porque están empezando: llevan sólo año y medio. (2) Pero también porque no asumieron el proyecto ecologista con la firmeza que la inminente crisis ambiental requiere. El PPR tuvo la oportunidad de constituirse como un partido verde. En el contexto europeo estos partidos critican la devastación medioambiental resultante del capitalismo industrial, promueven la justicia social (los derechos de los trabajadores, mujeres, gays e inmigrantes), son antimilitaristas, pro-descriminalización de la marijuana y pro-democracia participativa. Pero su miedo a crear divisiones los llevó a no asumir posiciones, lo que los desembocó en un ambientalismo muy conservador y tecnocrático. (3) También hay que considerar que la conciencia ciudadana sobre la crisis ecológica no ha avanzado mucho. (4) El gran capital tampoco se entusiasma con las propuestas de este partido, pues aún en versiones moderadas como la del PPR, el ambientalismo puede implicar reducciones en las ganancias capitalistas debido a aumentos en los costos de operación para aminorar los niveles de contaminación.
¿Por qué ganó el PNP? Éste creció de 48.2% en el año 2004 a 52.7% en el 2008. En votos íntegros venció al PPD 53.5% a 42.3%; ésta es la victoria más holgada en la historia del PNP y la más grande desde tiempos de hegemonía PPD (desde la década de los años cuarenta hasta la década de los sesenta). ¿Por qué esta victoria? (1) Hubo muchos votos de castigo al PPD. La actual administración fue tan nefasta que mucha gente quería otra cosa; incluso muchos votantes del PPD. (2) El crecimiento porcentual del PNP, y el gran margen de su victoria, no se debe a su crecimiento (sólo aumentaron en treinta y un mil votos íntegros); su victoria se debe al rechazo al PPD, que tuvo 154 mil votos íntegros menos que en las elecciones pasadas. Este repudio al PPD incluyó abstenciones de muchos votantes que normalmente apoyan al PPD: más que una victoria del PNP, lo que sucedió fue una derrota del PPD. (3) Ante lo devastador que fueron para los trabajadores las políticas implantadas por el PPD, muchos buscaron una opción que tuviera posibilidades reales de victoria. El PIP y el PPR no aparecen como capaces de ganar las elecciones; el PNP sí. (4) El factor del bienestar económico inmediato es importante. El PNP y la anexión que representa, aparecen como un partido y un estatus político garantizadores de las ayudas federales. (5) El apoyo de los sectores fundamentalistas cristianos no debe subestimarse, pues este sector es grande dentro de la formación social contemporánea en Puerto Rico. Actualmente, el PNP tiene más legisladores que el PPD que apoyan la enmienda 99 (anti-matrimonio gay). Ante los ojos de los heteronormativistas, el PNP es el partido “moral”. (6) El apoyo del gran capital es un factor clave en esto. Millonarios como los Fonalledas, Dubón, Ferré (importantes porque controlan a los periódicos El Nuevo Día y Primera Hora... y El Vocero, quien también cantó en ese coro), y muchos otros, apoyan a Fortuño desde hace unos tres años. Este sector es súper poderoso; tiene capacidad de mover opinión pública. (7) La dimensión subjetiva de la relación colonial también es crucial en los procesos coloniales. A menos que el colonizado haga ruptura afectivo-política con el sistema de ideas de la colonia, éste se identifica con el colonizador, pretende ser como ese ser superior que es el metropolitano. Intentar ser un Estado de los Estados Unidos es la expresión jurídico-política de este proceso psico-social.
Pero, dado que tanto el PNP como el PPD son igualmente partidos patronales. ¿quién ganó las elecciones? En términos de las clases sociales y las intereses, estas elecciones fueron una victoria de los capitalistas y de su orden político colonial; también triunfaron sus proyectos neoliberales-corporativistas para explotar cada vez más a los trabajadores y al medioambiente y sus proyectos homofóbicos y machistas. Por esto mismo estas las elecciones fueron una derrota de la clase trabajadora y de múltiples fuerzas progresistas como el feminismo, el ambientalismo y los gays y lesbianas.
Ante la ausencia de partidos socialistas o de trabajadores, de un partido verde-ecologista, de un movimiento feminista fuerte, la derrota de un PIP de tendencia sensible-socialdemócrata, debilita a los sectores subordinados y a los movimientos progresistas que son orgánicos a esos sectores. Hasta cierto punto esto también es cierto con respecto a la pérdida de la franquicia del PPR. Con el PIP y el PPR inscritos, y con presencia en la legislatura, habría más pluralidad y proyectos de ley progresistas. Ahora, la legislatura queda completamente en manos de dos partidos de derecha capitalista, coloniales, machistas y anti-ecológicos; esto coronado por un gobernador que es miembro del Partido Republicano estadounidense (económicamente neoliberal/anti-estado benefactor y de moral conservadora-homofóbica). Se avecinan tiempos difíciles. Quizás tengamos que ser creativ@s y pensar en alternativas. El que la clase trabajadora se organice políticamente para adelantar sus intereses parece ser parte del conjunto de soluciones necesarias; otra parte de esas soluciones es que los grupos feministas, gays y lesbianas, inmigrantes, comunitarios y ambientalistas también lo hagan. Contundente diferencia en la historia del país sería que esos dos componentes tengan arraigo masivo y que se coordinaran. El ritmo de la historia apunta hacia algún tipo de socialismo basado en la democracia participativa, con fundamentos ecologistas, feministas, anti-racistas, pro-inmigrantes y anti-homofóbicos. Veamos qué música podemos componer.
Por Ramón Rosario Luna
¿Qué podemos decir sobre el reciente proceso eleccionario para elegir los administradores de la colonia capitalista denominada “Estado Libre Asociado de Puerto Rico”? Luis Fortuño, candidato a gobernador por el anexionista y neoliberal-corporativista Partido Nuevo Progresista (PNP), ganó con un 52.8% de los votos. El derrotado incumbente Aníbal Acevedo, del estadolibrista, pero igualmente neoliberal-corporativista Partido Popular Democrático (PPD), logró el 41.3% de los votos. Rogelio Figueroa, del cuasi-ecologista partido Puertorriqueños por Puerto Rico (PPR), tuvo el 2.8% de los votos. Edwin Irizarry, del socialdemócrata Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), logró el 2%. El PNP obtuvo 60 de los 78 escaños legislativos y el PPD los restantes 18. El PNP ganó 48 alcaldías y el PPD las otras 30.
Más allá de lo obviamente aparente, la victoria arrolladora del PNP, podemos señalar que hubo una reducción en la cantidad de votantes. En las elecciones de 1996 votó el 82.7% de los inscritos, en las del 2000 votaron el 82.2%, en las del 2004 el 81.6 y en estas el 77.8. En números absolutos los participantes bajaron de alrededor de dos millones a sólo 1,856,157. Esta merma en participación parece indicar un rechazo a las alternativas disponibles y al tipo de dinámica y sistema político vigente. Pero, examinemos qué pasó entre los que votaron.
¿Por qué la derrota del Partido Popular Democrático (PPD)? Este partido logró 154 mil votos íntegros menos que en el 2004. Los votos por el gobernador bajaron en 183 mil (de 48.4% a 41.4%). ¿Por qué esta reducción en apoyo? (1) Por sus políticas anti-obreras. Un maestro de inglés en el Departamento de Educación, mayor de 60 años, líder de base de la Federación de Maestros, me comentaba que en su vida jamás había visto administración más anti-obrera que ésta del gobernador Acevedo . Los miembros de la UTIER, de la UIA-AAA y de otros sindicatos bien lo saben. La experiencia de los profesores universitarios sin plaza confirma esto, pues este tipo de contratación ha proliferado gigantescamente durante los últimos ocho años, los cuales coinciden con la administración PPD. (2) El regresivo Impuesto a la Venta y Uso (IVU) fue otra agresión a la clase trabajadora. Cuando surgió la crisis presupuestaria gubernamental en el año 2006, el movimiento obrero propuso aumentar los impuestos a las grandes corporaciones. Sobre el 60% de la población estaba de acuerdo con esa idea, pero el gobernador Acevedo decidió implantar en IVU. Aumentar los precios de los artículos de consumo en el 7% es casi irrelevante para una familia de empresarios o ejecutivos que ingrese sobre cien mil anuales (unos ocho mil al mes); pero un aumento del 7% en el costo de vida es brutal para las familias trabajadoras, cuyo presupuesto mensual fluctúa desde menos de mil dólares a poco más de mil dólares. (3) El corporativismo del PPD también es intuitivamente rechazado por los sectores trabajadores. La ley de incentivos industriales, redactada por los banqueros, casi exonera a las grandes empresas de pagar impuestos, mientras que los trabajadores asalariados pagan el 15% y 20% de sus limitados ingresos. (4) La crisis económica, que de todos modos estaba dándose, agravó el malestar. Las crisis cíclicas del capitalismo plantean una inevitable alternancia de auge y recesión. El último proceso recesivo, iniciado en el año 2001, se agravó durante esta administración y fue recrudecido por el alza en los precios del petróleo. El grueso de la gente le hecha la culpa al gobierno de turno por sus problemas económicos, aún por los que vienen de factores que el incumbente no controla. (5) El “melonismo” es una estrategia de algunos independentistas que interpretan, equivocadamente, al PPD como un partido de centro y nacionalista al que es conveniente aliarse para derrotar al PNP, al cual conciben, correctamente, como un partido de derecha, anexionista y pro-Estados Unidos. Esta táctica fue insuficiente. Los pocos miles de votos que el Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH) haya movido en esta dirección son casi irrelevantes ante el margen de casi doscientos mil votos íntegros de diferencia entre el PNP y el PPD y ante los doscientos dieciseis mil de ventaja de Fortuño sobre Acevedo. (6) Las acusaciones realizadas por el Tribunal Federal de Justicia al gobernador del PPD desprestigiaron a Acevedo. Los cargos incluyen conspirar para violar la Ley de Campañas Electorales, someter informes falsos, transferir fondos fraudulentamente, conspirar para defraudar al Servicio de Rentas Internas Federal, rendir planillas fraudulentas y mentir al Negociado Federal de Investigaciones; todo esto con el propósito de recaudar fondos para sus campañas políticas. (7) El oportunismo de Acevedo lo desacredita. El gobernador se declaró “pro-soberanía” justo después de que el Tribunal Federal de Justicia, institución imperial cuya presencia él siempre ha defendido, le radicara los cargos arriba mencionados.
¿Por qué tan poca gente vota por el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP)? Comparado con el 2004, perdieron casi doce mil votos íntegros: bajaron de 2.4% a 1.9%. Su candidato a gobernador obtuvo el 2% de los votos. Al no lograr el 3% de los votos requeridos, este partido perdió la franquicia electoral por segunda vez consecutiva. (1) Mucha gente no vota PIP por la historia de represión hacia el independentismo. Esto se traduce en miedo a represalias. (2) También porque se identifica con la derrota. Muchos asumen que “siempre pierden” y que “votar PIP es botar el voto”. (3) El miedo al cambio, específicamente a la independencia, es la manifestación afectiva del miedo al descenso al nivel de vida sin la asistencia social federal. (4) El lastre de arrogancia-elitismo de abogados pudientes distanciados de las luchas obreras y populares también engendra repudio, especialmente de los sectores más pobres. Durante este cuatrienio el PIP reasumió posturas socialdemócratas: apoyó a los sindicatos en sus luchas, se opuso a las privatizaciones de empresas públicas, a la invasión imperial a Irak y Afganistán y apoyó las luchas de las comunidades en contra de proyectos anti-ecológicos. Sin embargo, esto no es suficiente para que los sectores más desposeídos de las clases trabajadoras dejen de mirar al PIP con desconfianza. (5) El anti-intelectualismo general de la población es adverso para un candidato que es un experto en el más apremiante problema del país: la economía. Edwin Irizarry Mora es doctor en economía, por lo que era por mucho el candidato a gobernador más capacitado para entender el problema económico del país y para desarrollar soluciones ante el mismo. Pero en tiempos de decadencia cultural, las capacidades intelectuales no son valoradas por gran parte de la población. (6) El “melonismo” fue incapaz de derrotar al PNP, pero colaboró con que el PIP perdiera su franquicia electoral. (7) Poco apoyo del gran capital. El PIP es un partido pequeño-burgués en cuanto a extracción de clase, y socialdemócrata en cuanto a proyecto político. Ésta no es la opción típico del capitalista contemporáneo, ni de sus intelectuales orgánicos; éstos aún asumen el neoliberalismo/corporativismo en boga desde los tiempos Reagan/Tatcher. Sólo muy recientemente, con una crisis casi tan grande como la de 1929, algunos derechistas, como Sarkozy, empiezan a cuestionar la tendencia neoliberal/corporativista. Dicho de otro modo, todo sistema económico requiere la protección de las relaciones de producción y apropiación: en las sociedades divididas en clases sociales, el Estado es el orden jurídico-político-militar que garantiza la permanencia del sistema económico dentro del cual la clase dominante explota a las clases dominadas. Dado que el Estado es Estado de la clase dominante, el Estado capitalista-colonial es el orden político mediante el cual los capitalistas en la colonia mantienen su dominio, aunque sea como intermediarios o socios menores del gran capital estadounidense. (8) El apoyo de organizaciones e individuos socialistas (Movimiento al Socialismo, algunos miembros del Movimiento Socialista de Trabajadores) no hace gran diferencia, pues son organizaciones pequeñas que en este momento no tienen mucha proyección entre la población en general.
¿Por qué tan poca gente votó por el partido Puertorriqueños por Puerto Rico (PPR)? Este partido logró sólo 2.3% de los votos íntegros; su candidato para gobernador, Rogelio Figueroa, consiguió el 2.8%. (1) Esto es así, en parte, porque están empezando: llevan sólo año y medio. (2) Pero también porque no asumieron el proyecto ecologista con la firmeza que la inminente crisis ambiental requiere. El PPR tuvo la oportunidad de constituirse como un partido verde. En el contexto europeo estos partidos critican la devastación medioambiental resultante del capitalismo industrial, promueven la justicia social (los derechos de los trabajadores, mujeres, gays e inmigrantes), son antimilitaristas, pro-descriminalización de la marijuana y pro-democracia participativa. Pero su miedo a crear divisiones los llevó a no asumir posiciones, lo que los desembocó en un ambientalismo muy conservador y tecnocrático. (3) También hay que considerar que la conciencia ciudadana sobre la crisis ecológica no ha avanzado mucho. (4) El gran capital tampoco se entusiasma con las propuestas de este partido, pues aún en versiones moderadas como la del PPR, el ambientalismo puede implicar reducciones en las ganancias capitalistas debido a aumentos en los costos de operación para aminorar los niveles de contaminación.
¿Por qué ganó el PNP? Éste creció de 48.2% en el año 2004 a 52.7% en el 2008. En votos íntegros venció al PPD 53.5% a 42.3%; ésta es la victoria más holgada en la historia del PNP y la más grande desde tiempos de hegemonía PPD (desde la década de los años cuarenta hasta la década de los sesenta). ¿Por qué esta victoria? (1) Hubo muchos votos de castigo al PPD. La actual administración fue tan nefasta que mucha gente quería otra cosa; incluso muchos votantes del PPD. (2) El crecimiento porcentual del PNP, y el gran margen de su victoria, no se debe a su crecimiento (sólo aumentaron en treinta y un mil votos íntegros); su victoria se debe al rechazo al PPD, que tuvo 154 mil votos íntegros menos que en las elecciones pasadas. Este repudio al PPD incluyó abstenciones de muchos votantes que normalmente apoyan al PPD: más que una victoria del PNP, lo que sucedió fue una derrota del PPD. (3) Ante lo devastador que fueron para los trabajadores las políticas implantadas por el PPD, muchos buscaron una opción que tuviera posibilidades reales de victoria. El PIP y el PPR no aparecen como capaces de ganar las elecciones; el PNP sí. (4) El factor del bienestar económico inmediato es importante. El PNP y la anexión que representa, aparecen como un partido y un estatus político garantizadores de las ayudas federales. (5) El apoyo de los sectores fundamentalistas cristianos no debe subestimarse, pues este sector es grande dentro de la formación social contemporánea en Puerto Rico. Actualmente, el PNP tiene más legisladores que el PPD que apoyan la enmienda 99 (anti-matrimonio gay). Ante los ojos de los heteronormativistas, el PNP es el partido “moral”. (6) El apoyo del gran capital es un factor clave en esto. Millonarios como los Fonalledas, Dubón, Ferré (importantes porque controlan a los periódicos El Nuevo Día y Primera Hora... y El Vocero, quien también cantó en ese coro), y muchos otros, apoyan a Fortuño desde hace unos tres años. Este sector es súper poderoso; tiene capacidad de mover opinión pública. (7) La dimensión subjetiva de la relación colonial también es crucial en los procesos coloniales. A menos que el colonizado haga ruptura afectivo-política con el sistema de ideas de la colonia, éste se identifica con el colonizador, pretende ser como ese ser superior que es el metropolitano. Intentar ser un Estado de los Estados Unidos es la expresión jurídico-política de este proceso psico-social.
Pero, dado que tanto el PNP como el PPD son igualmente partidos patronales. ¿quién ganó las elecciones? En términos de las clases sociales y las intereses, estas elecciones fueron una victoria de los capitalistas y de su orden político colonial; también triunfaron sus proyectos neoliberales-corporativistas para explotar cada vez más a los trabajadores y al medioambiente y sus proyectos homofóbicos y machistas. Por esto mismo estas las elecciones fueron una derrota de la clase trabajadora y de múltiples fuerzas progresistas como el feminismo, el ambientalismo y los gays y lesbianas.
Ante la ausencia de partidos socialistas o de trabajadores, de un partido verde-ecologista, de un movimiento feminista fuerte, la derrota de un PIP de tendencia sensible-socialdemócrata, debilita a los sectores subordinados y a los movimientos progresistas que son orgánicos a esos sectores. Hasta cierto punto esto también es cierto con respecto a la pérdida de la franquicia del PPR. Con el PIP y el PPR inscritos, y con presencia en la legislatura, habría más pluralidad y proyectos de ley progresistas. Ahora, la legislatura queda completamente en manos de dos partidos de derecha capitalista, coloniales, machistas y anti-ecológicos; esto coronado por un gobernador que es miembro del Partido Republicano estadounidense (económicamente neoliberal/anti-estado benefactor y de moral conservadora-homofóbica). Se avecinan tiempos difíciles. Quizás tengamos que ser creativ@s y pensar en alternativas. El que la clase trabajadora se organice políticamente para adelantar sus intereses parece ser parte del conjunto de soluciones necesarias; otra parte de esas soluciones es que los grupos feministas, gays y lesbianas, inmigrantes, comunitarios y ambientalistas también lo hagan. Contundente diferencia en la historia del país sería que esos dos componentes tengan arraigo masivo y que se coordinaran. El ritmo de la historia apunta hacia algún tipo de socialismo basado en la democracia participativa, con fundamentos ecologistas, feministas, anti-racistas, pro-inmigrantes y anti-homofóbicos. Veamos qué música podemos componer.
jueves, 6 de noviembre de 2008
Análisis parcial(izado) de las elecciones (Parte I)
Votar pa' quedarse callao
Por José A. Laguarta Ramírez, Junta Editora de Apuesta
What if, however, the between-the-lines Republican message (don’t be afraid, there will be no real change) is the true illusion, not the secret truth? What if there really will be a change? Or, to paraphrase the Marx brothers: McCain and Palin look like they want a change and talk like they want a change — but this shouldn’t deceive us, they might very well accomplish a change!
Perhaps this is the true danger, since it would be change in the direction of “Country first!” and of “Drill, baby, drill!”
Luckily, as an electoral blessing in disguise, a sobering thing happened to remind us where we really live: in the reality of global capitalism.
Por José A. Laguarta Ramírez, Junta Editora de Apuesta
What if, however, the between-the-lines Republican message (don’t be afraid, there will be no real change) is the true illusion, not the secret truth? What if there really will be a change? Or, to paraphrase the Marx brothers: McCain and Palin look like they want a change and talk like they want a change — but this shouldn’t deceive us, they might very well accomplish a change!
Perhaps this is the true danger, since it would be change in the direction of “Country first!” and of “Drill, baby, drill!”
Luckily, as an electoral blessing in disguise, a sobering thing happened to remind us where we really live: in the reality of global capitalism.
—Slavoj Žižek, Through the Glasses Darkly
Tras la aplastante victoria del PNP en los comicios que recién concluyen, es necesaria una reflexión profunda y seria, pero sobre todo crítica. Para los sectores independentistas y de la izquierda, este proceso de introspección colectiva se hace aun más urgente, ante la amenaza del derrotismo y la desmoralización permanente.
Lo primero que salta a la vista del resultado es lo erradas que estaban todas las “encuestas” y “expertos” sobre el efecto que tendría el mensaje televisado del gobernador al país a pocos días del evento electoral, y la aparente debilidad de los cargos federales que aún pesan en su contra. Luis Fortuño ganó con 12 puntos porcentuales de ventaja (sobre 220,000 votos) sobre Aníbal Acevedo Vilá – más del doble de la ventaja porcentual obtenida por Pedro Rosselló sobre Héctor Luis Acevedo en las elecciones de 1996. Una ventaja de esta magnitud no se veía en este país desde la victoria de Roberto Sánchez Vilella en 1964, la última elección de la era de la hegemonía del PPD.
Además de recordarnos lo enajenados que están la mayoría de estos “expertos” de la realidad del país, este resultado lo que indica es que la gente no le votó en contra a Aníbal por los cargos de corrupción, sino por el desastre que se percibe ha representado su administración en casi todos los renglones. Aquí hay una lección importante para la izquierda, puesto que tanto los candidatos del PIP como muchos observadores (incluyendo un servidor) en momentos sucumbieron a la distracción que representan los cargos federales, en lugar de mantener el enfoque sobre el problema medular, y que era la principal fortaleza del candidato pipiolo: en las palabras célebres de James Carville, “It's the economy, stupid!”
Por otro lado, el gobernador-electo ni siquiera alcanzó el millón de votos acumulados por su ex-jefe en el '96, a pesar de superarlo tanto en porcentaje neto como en la ventaja porcentual sobre su más cercano rival. Evidentemente, Fortuño no ganó porque su candidatura entusiasmara a los electores, ni porque éstos apoyaran sus visión neoliberal y fundamentalista (que sin duda alguna contribuirán a hacerle aún más daño a los electores pobres y de clase trabajadora que conforman su principal base de apoyo), sino porque su contrincante era Aníbal. La legislatura PNP revalidó con facilidad, lo que demuestra que la masividad del voto-castigo al líder del PPD arropó indiscriminadamente a sus compañeros de tolda – independientemente de la mediocridad e ineptitud de sus rivales.
Fortuño hizo campaña por el “cambio” con la certeza de que sus votos más seguros provendrían de aquellos sectores que más temen al cambio – aquellos populares y penepés genuinamente horrorizados por la pantomima soberanista de último minuto de Aníbal. El “secreto” aquí, por supuesto, es que sólo un voto por Fortuño podía garantizar que nada cambiaría – y nadie entendió esto mejor que Rosselló, quien llegó a acusar a su ex-compañero de papeleta de robarle la primaria con votos “populares” (sabemos, claro está, que así fue que ganó las elecciones). ¿Es ese secreto la “verdadera ilusión” – una ilusión creada para obfuscar aquello que el sector “melón” no ha parado de recordarnos a gritos, que Fortuño representa los intereses desarrollistas que se preparan para enterrarnos bajo una avalancha de varilla y cemento?
Por suerte, las realidades del capitalismo global y de la politiquería criolla le imponen un límite insuperable a este sueño mojado de los constructores. Por un lado, a pesar del margen de victoria, Fortuño se inaugurará con un mandato bastante débil (obtenido con votos prestados), un partido dividido, y un Senado dirigido por un maquiavélico y autoritario populista que responde a toda una gama de intereses separadas de las de “Flojuño” – ¿no fue precisamente de esto que nos advertía Aníbal? Si, por otro lado, le añadimos a la mezcla una crisis global que apenas comienza (los bancos quebrados no pueden financiar condominios de lujo), tal vez lo que se perfila no es la orgía de destrucción ambiental que se nos viene anunciando, sino el nacimiento de una "tormenta perfecta" de luchas democráticas y sociales, si sabemos aprovechar la coyuntura (más sobre esto, en la Segunda Parte de éste escrito).
En todo caso, el gran perdedor de estas elecciones no es Acevedo Vilá, sino Daddy Yankee. La abstención “oficial” (entre los electores inscritos) alcanzó casi el 22%, o 528,000 personas, lo que en sí es un fenómeno sin precedentes en la historia moderna de las elecciones generales en Puerto Rico (los plebiscitos y referéndums son la exepción). Este número se duplica, sin embargo, cuando le añadimos las personas mayores de 18 años no incapacitadas legalmente (el número de incapacitados no es significante) que ni siquiera están inscritas – unas 600,000 personas adicionales. Esto significa que alrededor de 1,128,000 personas capacitadas para votar (la población mayor de los 18 es de casi 3 millones, con 2.4 millones inscritos, de los cuales casi 1.9 millones votaron) prefirieron “quedarse callaos”, lo que representa cerca de 137,000 personas más que las que votaron por Fortuño.
Por supuesto, al igual que Siete Nueve y los compañeros teatro-guerrilleros de Papel Machete (aunque éstos, claro está, sí votaron por su candidato, “Ninguno”), hay miles de personas en el país que ni votan, ni se quedan calla'os, puesto que día a día hacen trabajo político concreto de base en sus talleres y comunidades. La fría realidad, sin embargo, es que para la inmensa mayoría de esos 1.2 millones que se quedaron en sus casas, la motivación principal no fue una crítica radical del estado patriarcal-capitalista-colonial, sino el atomismo apático, apolítico e inmovilista que predomina en nuestra sociedad (como puede constatar fácilmente cualquiera que haya intentado expresar tal crítica en una situación cotidiana - “¡ay, no me hables de política!”). El abstencionismo en sí mismo, en fin, no es una expresión de la desafectación con el sistema, sino su expresión ideológica por excelencia, sin menospreciar el hecho de que es precisamente fuera del sistema electoral que se dan las batallas políticas verdaderamente decisivas.
Este factor es de particular importancia al momento de examinar las visicitudes del voto independentista, puesto que tanto la baja cantidad de votos recibidos por el PPD, como la gran cantidad de votos íntegros, sugieren que el fenómeno de los “pivazos” que fuera tan decisivo en el 2004, simplemente desapareció en estas elecciones. Aunque existe la posibilidad de que algunos independentistas confundidos votaran por Fortuño (como lo hicieran en el '96 por Rosselló), o por el PPR, es poco probable que esto represente más de un puñado de personas (no hay duda de que los 50,000 votos de Rogelio corresponden, en su gran mayoría, a populares desafectados, para quienes este representa una alternativa "safe" en términos de estatus). Con toda probabilidad, aquellos independentistas que no votaron por Edwin Irizarry Mora, sencillamente no salieron a votar (más sobre las posibles causas e implicaciones de ésto, en la Segunda Parte).
Si algo revelan los resultados de estas elecciones es el fracaso total de la estrategia “melona” de estimular a un supuesto sector soberanista dentro del PPD, colaborando con este partido para “frenar” el avance del PNP y del anexionismo (demás está decir que la victoria de Fortuño no representa para nada un avance del anexionismo, y que este está perfectamente conciente, y probablemente se siente aliviado, de ello). Lo único que ha logrado esta estrategia, además de vincular, en el imaginario popular (del pueblo) a la palabra “soberanía” con Aníbal y todo lo que este representa (el IVU, los “animalitos”, el cierre de gobierno, la represión de los maestros, los 24 cargos federales), es de proveerle al PPD el chivo expiatorio perfecto que les permite relevarse a sí mismos de responsabilidad por la abismal derrota.
Aún no se habían terminado de contabilizar los votos, cuando la cúpula del PPD ya hacía clara su intención de "regresar al centro". Está por verse si los dos o tres gatos “soberanistas” que han se han quejado tienen la integridad y la fuerza de convicción para arriesgar sus cómodos escaños legislativos y municipales para romper definitivamente con el partido de la colonia. Si lo hacen (cosa que francamente dudo) seguramente, el MINH y sus "expertos" los recibirán con los brazos abiertos.
En una próxima intervención abordaré el significado del resultado electoral para el PIP y la izquierda del país.
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