La Depresión: Visión a largo plazo
Por Immanuel Wallerstein, Centro Fernand Braudel
Traducido por José A. Laguarta Ramírez, Junta Editora de Apuesta
La depresión ha comenzado. Los periodistas aún preguntan con coqueta timidez a los economistas si puede ser que estemos entrando en una mera recesión. No lo crean ni por un minuto. Estamos ya al comienzo de una depresión mundial que provocará desempleo masivo casi en todas partes. Podría tomar la forma de una deflación nominal clásica, con todas las consecuencias negativas que ello conlleva para la gente común. O podría tomar la forma, un tanto menos probable, de inflación galopante, lo cual sencillamente es otra forma en que los valores se desinflan, y es aún peor para la gente de a pie.
Por supuesto, todo el mundo está preguntando qué es lo que ha disparado esta depresión. ¿Serán los derivados, a los que Warren Buffet ha llamado “armas de destrucción masiva financiera”? ¿O serán las hipotecas subprime? ¿O los especuladores petroleros? Esto es un juego de culpas, y no tiene importancia real. Es enfocarse en el polvo de los eventos de corta duración, como diría Fernand Braudel. Si queremos entender lo que está pasando, tenmos que mirar dos otras temporalidades, que son mucho más reveladoras. Una es la de los cambios cíclicos de mediana duración. La otra es la de las tendencias estructurales de larga duración. La economía capitalista mundial ha tenido, al menos durante varios siglos, dos formas principales de cambios cíclicos. Una son los llamados ciclos Kondratieff que históricamente duraban de 50 a 60 años. La otra son los ciclos hegemónicos, que duran mucho más.
En cuanto a los ciclos hegemónicos, los Estados Unidos fueron un aspirante a la hegemonía a partir de 1873, alcanzaron la dominación hegemónica completa en el 1945 y han estado decayendo lentamente desde los 1970s. Las pachotadas de George W. Bush han convertido un lento declive en uno precipitado. A partir de ya, ha quedado atrás cualquier semblante de hegemonía estadounidense. Hemos entrado, como suele suceder, en un mundo multipolar. Los Estados Unidos continúan siendo un poder fuerte, tal vez aún el más fuerte, pero seguirá decayendo en relación a los otros poderes durante las próximas décadas. Nadie puede hacer mucho para impedirlo.
Los ciclos Kondratieff llevan un compás distinto. El mundo emergió de la última fase Kondratieff “B” en 1945, para atravesar la fase “A” de recuperación más fuerte de la historia del sistema mundial moderno. Esta alcanzó su pico alrrededor de 1967-73, y comenzó a decaer. Esta fase B ha durado mucho más que las anteriores, y aun perdura.
Las características de una fase Kondratieff B son bien conocidas, y concuerdan con lo que la economía mundial ha venido experimentando desde los 1970s. Las tasas de ganancia de las actividades productivas decaen, especialmente en los tipos de producción que anteriormente han sido las más lucrativas. En consecuencia, los capitalistas que deseen ganancias verdaderamente altas giran hacia el ámbito financiero, envolviéndose en lo que básicamente es especulación. Las actividades productivas, para no hacerse demasiado perdidosas, tienden a trasladarse de las zonas centrales a otras partes del sistema mundial, trocando costos de transacción más bajos por costos de nómina más bajos. Por esto es que los trabajos han ido desapareciendo de Detroit, Essen y Nagoya mientras las fábricas se expanden en China, India y Brasil.
En cuanto a las burbujas especulativas, alguna gente siempre gana mucho dinero en ellas. Pero estas burbujas siempre revientan, tarde o temprano. Si nos preguntamos porqué esta fase Kondratieff B ha durado tanto, la razón es que los poderes imperantes – el Departamento del Tesoro de los EE.UU. y el Banco de la Reserva Federal, el Fondo Monetario Internacional y sus colaboradores en Europa occidental y Japón – han intervenido en el mercado regular y significativamente – 1987 (caída del mercado de valores), 1989 (colapso de los bancos de ahorro y crédito), 1997 (caída de los mercados del Asia oriental), 1998 (mal manejo del Long Term Capital Management), 2001-2002 (Enron) – para sostener a la economía mundial.
Aprendieron las lecciones de las previas fases Kondratieff B, y pensaron que podían ganarle al sistema. Pero ello tiene sus propios límites intrínsecos. Ahora hemos alcanzado esos límites, cosa que están aprendiendo Henry Paulson y Ben Bernanke, para desilusión, y probablemente asombro, de éstos. Esta vez, no será tan fácil – probablemente, será imposible – evitar lo peor. En el pasado, una vez una depresión causaba sus estragos, la economía mundial se volvía a levantar, en base a innovaciones que podían ser cuasi-monopolizadas por un tiempo. Así que cuando la gente dice que el mercado de valores se levantará de nuevo, esto es lo que piensan que ocurrirá, como en el pasado, una vez el daño haya sido hecho a las poblaciones del mundo. Tal vez lo haga, en unos cuantos años, más o menos.
Hay, sin embargo, algo nuevo que podría interferir con este nítido patrón cíclico que ha sostenido al sistema capitalista por unos 500 años. Las tendencias estructurales podrían interferir con los patrones cíclicos. Las facetas estructurales básicas del capitalismo como sistema mundial operan según ciertas reglas que pueden ser trazadas en una gráfica como un equilibrio que se tiende a incrementar. El problema, como con todos los equilibrios estructurales de todos los sistemas, es que a través del tiempo las curvas tienden a distanciarse del equilibrio, hasta que se hace imposible equilibrarlas nuevamente.
¿Qué ha hecho que el sistema se aparte tanto del equilibrio? Resumido muy brevemente, lo que ha sucedido durante los últimos 500 años es que los tres costos básicos de la producción capitalista – nómina, inversión e impuestos – han crecido de forma estable como porcentaje del posible precio de venta, de forma tal que hoy hacen imposible la obtención de las grandes ganancias mediante producción cuasi-monopolística que han sido la base misma de toda acumulación de capital significativa.
No se debe a que el capitalismo esté fracasando en aquello que hace mejor. Se debe precisamente a que lo ha estado haciendo tan bien que finalmente ha socavado el fundamento de la acumulación futura.
Lo que sucede cuando se llega a tal punto es que el sistema se bifurca (en el lenguaje de las ciencias de la complejidad). La consecuencia inmediata es un alto grado de turbulencia caótica, la cual nuestro sistema mundial está experimentando en este momento y continuará experimentando tal vez durante 20-50 años más. Según todos empujen en la dirección que crean más inmediatamente beneficiosa para cada cual, un nuevo orden emergerá del caos, siguiendo uno de dos caminos alternos y muy diferentes.
Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el sistema actual no puede sobrevivir. Lo que no podemos predecir es qué nuevo orden será elegido para reemplazarlo, pues éste será el resultado de una infinidad de presiones individuales. No obstante, tarde o temprano un nuevo sistema será instalado. Este no será un sistema capitalista, pero pudiera ser uno mucho peor (aun más polarizante y jerárquico) o mucho mejor (relativamente democrático y egalitario). La elección de un nuevo sistema es la principal lucha política mundial de nuestros tiempos.
Mientras tanto, en cuanto al panorama inmediato en el corto plazo, queda claro lo que está pasando en todas partes. Hemos estado moviéndonos hacia un mundo proteccionista (olvídense de la llamada globalización). Hemos estado moviéndonos hacia un rol directo mucho mayor del gobierno en la producción. Hasta los Estados Unidos y Gran Bretaña están nacionalizando parcialmente los bancos y las grandes industrias moribundas. Estamos entrando en la redistribución populista dirigida por los gobiernos, que puede asumir formas social-democráticas de centro-izquierda o formas autoritarias de extrema derecha. Y estamos entrando en conflictos más agudos al interior de los estados, según todos compiten por un pastel más pequeño. A corto plazo, en general, no es un cuadro muy bonito.
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