domingo, 12 de octubre de 2008

No sólo hagas algo, habla
Slavoj Žižek

Traducción de José A. Laguarta Ramírez.

Nota: Este ensayo fue publicado originalmente en inglés en la versión en línea del London Review of Books. Publicamos su traducción completa por la pertinencia que puedan tener las observaciones del autor para el debate público más allá (o más acá) de la política estadounidense. Incluimos enlaces introductorios para beneficio del lector, pero no nos responsabilizamos por la falta de rigurosidad de la cual que pudieran adolescer algunas de las fuentes utilizadas por limitaciones de tiempo.

Uno de los aspectos más impactantes de la debacle financiera actual es que, como plantea uno de sus protagonistas: ‘Realmente nadie sabe que hacer.’ La razón es que las expectativas son parte del juego: cómo el mercado reacciona a una intervención particular depende no sólo de cuánto los banqueros y cambistas confíen en las intervenciones, sino más aún, de cuánto creen que otros confiarán en ellas. Keynes comparó a la bolsa de valores con una competencia en la cual los participantes tienen que elegir varias chicas lindas de entre cientos de fotografías: ‘No sólo se trata de elegir aquellas qué, al mejor juicio de uno, realmente sean las más lindas, o siquiera aquellas que la opinión promedio genuinamente considere las más lindas. Hemos alcanzado un tercer grado en el que dedicamos nuestra inteligencia a anticipar lo que la opinión promedio espera que sea la opinión promedio.’ Nos vemos obligados a tomar decisiones sin tener el conocimiento que nos haga capaces de tomarlas; o, en palabras de John Gray: ‘Nos vemos obligados a vivir como si fuéramos libres.’

Joseph Stiglitz escribió recientemente que, aunque existe un consenso cada vez mayor de que cualquier rescate financiero basado en el plan de Henry Paulson no funcionará, ‘se le hace imposible a los políticos el no hacer nada ante una crisis tal. Así que es posible que tengamos que rezar por que un acuerdo creado con la mezcla tóxica de intereses especiales, teorías económicas desorientadas e ideologías de derechas que produjo la crisis de alguna manera produzca un plan de rescate que funciones – o cuyo fracaso no cause demasiado daño.’ Tiene razón: puesto que los mercados efectivamente se fundamentan en creencias (incluso creencias sobre las creencias de otras personas), cómo reaccionen los mercados al plan de rescate depende no sólo de sus consecuencias reales, sino de la creencia de los mercados en la eficiencia del plan. Este podría funcionar incluso si económicamente está equivocado.

Hay un parecido fuerte entre los discursos que ha dado George W. Bush desde que comenzó la crisis y sus discursos al pueblo estadounidense luego del 11-S. En ambas ocasiones, ha evocado la amenaza al American way of life y la necesidad de acción rápida y decisiva para lidiar con el peligro. En ambas, hizo un llamado a la suspensión parcial de los valores Americanos (garantías de libertad individual, capitalismo de mercado) para poder salvaguardar los mismos valores.

Enfrentándose a un desastre sobre el cual no tienen influencia real alguna, la gente a veces dice, estúpidamente, ‘¡No sólo hables, has algo!’ Tal vez últimamente hemos estado haciendo demasiado. Tal vez sea hora de dar un paso atrás, pensar y decir lo correcto. Cierto, a menudo hablamos sobre hacer algo en vez de realmente hacerlo – pero a veces hacemos cosas para evitar hablar y pensar sobre ellas. Como lanzarle $700 millones al problema en lugar de reflexionar sobre cómo vino a suceder.

El 23 de septiembre, el senador republicano Jim Bunning dijo que el plan del Departamento del Tesoro de los EE.UU. para el mayor rescate financiero desde la Gran Depresión era ‘anti-Americano’:
‘Alguien debe asumir esas pérdidas. Podemos permitir que las personas que tomaron decisiones equivocadas asuman las consecuencias de sus acciones, o podemos distribuirles ese dolor a los demás. Y eso es exactamente lo que el Secretario pretende hacer: tomar el dolor de Wall Street y distribuirlo entre los contribuyentes… Este rescate masivo no es la solución, es socialismo financiero y es anti-Americano.’

Bunning fue el primero en explicar públicamente el raciocinio tras la revuelta del Partido Republicano contra el plan de rescate, que culminó en su rechazo el 29 de septiembre. Esta resistencia se formuló en términos de ‘guerra de clases’, Wall Street contra Main Street: ¿Porqué deberíamos ayudar a los culpables (‘Wall Street’) y permitir que los deudores comunes y corrientes (en ‘Main Street’) paguen la cuenta? ¿Acaso no es esto un ejemplo claro de lo que los economistas llaman ‘riesgo moral’? Es decir, el riesgo de que alguien se comportará de forma inmoral porque los seguros, la ley o alguna otra agencia le protege de cualquier pérdida que su comportamiento pueda ocasionar: si estoy asegurado contra el fuego, por ejemplo, puede que tome menos precauciones contra el fuego (o incluso queme mi local si me está ocasionando pérdidas). Lo mismo aplica a los grandes bancos, que están protegidos contra las grandes pérdidas, pero pueden retener sus ganancias.

Que la crítica al plan de rescate proviniera tanto de republicanos conservadores como de la izquierda debería hacernos pensar. Lo que la izquierda y derecha comparten en este caso es su desprecio por los grandes especuladores y gerentes corporativos que se lucran de decisiones arriesgadas pero se ven protegidos del fracaso por sus ‘paracaídas dorados’. En este sentido, el escándalo de Enron de enero del 2002 puede interpretarse como una ironía de la noción de la sociedad del riesgo. Miles de empleados que perdieron sus trabajos y ahorros ciertamente estuvieron expuestos al riesgo, y tuvieron poca elección en el asunto. Sin embargo, la alta gerencia, que conocían el riesgo y tuvieron la oportunidad de intervenir en la situación, minimizaron su vulnerabilidad, vendiendo sus acciones y opciones antes de la quiebra. De modo que si bien es cierto que vivimos en una sociedad que exige decisiones arriesgadas, es una en la cual los poderosos deciden mientras los demás se arriesgan.

Si el plan de rescate realmente es una medida ‘socialista’, es una muy peculiar: una medida ‘socialista’ cuyo fin es ayudar no a los pobres sino a los ricos, no a los deudores sino a los acreedores. El ‘socialismo’ está muy bien, aparentemente, cuando sirve para salvar al capitalismo. Pero, ¿y si el ‘riesgo moral’ está inscrito en la estructura fundamental del capitalismo? El problema es que no hay forma de separar el bienestar de Main Street del de Wall Street. Su relación es no-transitiva: lo que es bueno para Wall Street no necesariamente es bueno para Main Street, pero Main Street no puede florecer si a Wall Street no le va bien – y esta asimetría le da una ventaja a priori a Wall Street.

El argumento estándar del ‘goteo’ en contra de la redistribución (a través de impuestos progresivos, etc.) es que en lugar de hacer a los pobres más ricos, hace más pobres a los ricos. Sin embargo, esta actitud aparentemente anti-intervencionista realmente contiene un argumento a favor de la intervención estatal actual: aunque todos queremos que los pobres estén mejor, es contraproducente ayudarles directamente, ya que no son ellos el elemento dinámico y productivo; la única intervención necesaria es la que ayude a los ricos a hacerse más ricos, y entonces las ganancias automáticamente se filtrarán hacia abajo, hacia los pobres. Lánzale suficiente dinero a Wall Street, y eventualmente goteará hasta llegar a Main Street. Si quieres que la gente tenga dinero para construir, no se los des directamente, ayuda a quienes se lo prestan. Es la única forma de crear prosperidad genuina – de otro modo, el estado meramente está redistribuyendo el dinero a los necesitados a expensas de quienes crean la riqueza.

Es demasiado fácil rechazar esta línea de razonamiento como una hipócrita defensa de los ricos. El problema es que mientras estemos clavados al capitalismo, tiene algo de verdad: el colapso de Wall Street realmente le dará duro a los trabajadores comunes y corrientes. Por eso es que los Demócratas que apoyaron el rescate no estaban siendo inconsistentes con sus tendencias izquierdosas. Se les podría llamar inconsistentes justamente sólo si aceptamos la premisa de los populistas republicanos de que el capitalismo y la economía de libre mercado son asunto popular y de la clase trabajadora, mientras que las intervenciones estatales son una estrategia de la clase alta para explotar a la gente trabajadora común.

No hay nada nuevo en la intervención estatal fuerte en el sistema financiero y en la economía en general. La debacle misma es el resultado de este tipo de intervenciones: cuando, en el 2001, reventó la burbuja de las ‘punto com’, se decidió hacer más fácil el acceso al crédito, para así re-dirigir el crecimiento hacia el área de la vivienda. Ciertamente, las decisiones políticas son responsables por la textura de las relaciones económicas internacionales en general. Hace un par de años, un informe de CNN sobre Mali describió la realidad del ‘libre mercado’ internacional. Los dos pilares de la economía de Mali son el algodón en el sur y el ganado en el norte, y ambas están en problemas por la forma en que los poderes occidentales violan las mismas reglas que tan brutalmente imponen a las naciones del Tercer Mundo. Mali produce algodón de la más alta calidad, pero el gobierno de los EE.UU. invierte más dinero en apoyar a sus cultivadores de algodón que todo el presupuesto estatal de Mali, por lo que no sorprende que Mali no pueda competir. En el norte, la Unión Europea es la culpable: la U.E. paga un subsidio de 500 euros por vaca al año. El Ministro de Economía de Mali dijo al respecto: ‘no necesitamos su ayuda o consejo o discursos sobre los efectos benéficos de abolir las regulaciones estatales excesivas; sólo, por favor, cumplan sus propias reglas sobre el libre mercado y se acabarán nuestros problemas.’ ¿Dónde están los defensores republicanos del libre mercado aquí? En ninguna parte, porque el colapso de Mali es consecuencia de lo que significa que los EE.UU. pongan ‘a nuestro país primero’.

Lo que todo esto indica es que el mercado nunca es neutral: sus operaciones siempre son reguladas por decisiones políticas. La verdadera pregunta no es ‘¿regulación estatal, sí o no?’ Sino ‘¿qué tipo de regulación estatal?’ Esto es la verdadera política: la lucha por definir las condiciones que gobiernan nuestras vidas. El debate sobre el rescate financiero brega con decisiones sobre facetas fundamentales de nuestra vida social y económica, evocando incluso el fantasma de la lucha de clases. Al igual que muchos asuntos verdaderamente políticos, este es uno no-partidista. No hay una posición ‘objetiva’ experta que deba sencillamente aplicarse: uno debe tomar una decisión política.

El 24 de septiembre, John McCain suspendió su campaña electoral y fue a Washington, proclamando que era hora de dejar a un lado las diferencias partidistas. Fue esto realmente una señal de su disposición para poner fin a la política partidista y bregar con los verdaderos problemas que nos afectan a todos? Definitivamente no: fue un momento ‘Mr. McCain goes to Washington’. La política es precisamente la lucha por definir un terreno ‘neutral’, por lo que la propuesta de McCain de cruzar líneas partidistas fue pura fachada política, una política partidista disfrazada de no-partidismo, un intento desesperado de imponer su posición como universal-apolítica. Aún peor que la ‘política partidista’ es una política partidista que finge ser no-partidista: al imponerse como la voz de Todos, tal política reduce a sus oponentes a agentes de intereses particulares.

Por esto es que Obama tuvo tazón en rechazar el llamado de McCain a posponer el primer debate presidencial y señalar que la debacle financiera hace aún más urgente el debate político sobre cómo ambos candidatos manejarían la crisis. En el 1992, Clinton ganó usando la consigna ‘It’s the economy, stupid!’ Los Demócratas necesitan hacer llegar un nuevo mensaje: ‘It’s the POLITICAL economy, stupid!’ Los EE.UU. no necesitan menos política, necesitan más.

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Slavoj Žižek, filósofo y psicoanalista materialista-dialéctico, es Director Internacional del Centro de Estudios Avanzados en las Humanidades de la Universidad de Londres, en Birkbeck. Su más reciente libro se titula In Defence of Lost Causes.

José A. Laguarta Ramírez es miembro de la Junta Editora de Apuesta.